El noroeste de México, donde se desarrolló la cultura Colima, se caracteriza por una costa baja con múltiples accidentes naturales. Cada valle se constituye como un nicho ecológico independiente, donde prima el clima cálido y húmedo.
El noroeste de México, donde se desarrolló la cultura Colima, se caracteriza por una costa baja con múltiples accidentes naturales. Cada valle se constituye como un nicho ecológico independiente, donde prima el clima cálido y húmedo.
Se sabe poco acerca de sus modos de subsistencia, puesto que la mayoría de los datos provienen de colecciones particulares o de la excavación de cementerios y no de sitios habitacionales, que usualmente proveen este tipo de información. Gracias a una agricultura de regadío, fue posible sostener una población relativamente grande, que vivía en pequeñas aldeas y centros urbanos relativamente independientes.
Su cerámica muestra una gran diversidad de figuras y formas, pero una escasa variación técnica. La mayor parte de las piezas corresponde a una alfarería rojiza bruñida, a veces decorada con incisiones naranjas o blancas. Abundan las figuras modeladas, tales como objetos y animales, especialmente perros, vegetales y conchas marinas. Entre las representaciones humanas destacan las figuras de enanos y jorobados, que resultan ser mucho más frecuentes que otras representaciones, tales como las figuras femeninas. Muchas figuras se caracterizan por tener ojos con forma de «granos de café» y muestran con bastante detalle el tipo de atuendo de estas poblaciones. Sobre el trabajo de la piedra se conoce muy poco. Sólo se han encontrado escasas piezas tales como cabezas de mazas, pequeñas máscaras y figurillas. También trabajaron la cestería, el tejido y la metalurgia, material en que destacan piezas como agujas, hachas, cascabeles, narigueras y orejeras.
La gran mayoría de las piezas cerámicas que se han estudiado para este grupo cultural corresponden a ofrendas de tumbas de personajes de alta posición social. Para estos difuntos se realizaban complejas tumbas compuestas de un foso que, en algunos casos, llegaba a 30 m de profundidad, al fondo del cual se encontraban una o varias cámaras donde eran enterrados miembros de una misma familia. Junto con los cuerpos se depositaba una gran variedad de objetos a modo de ofrenda, donde destacan estatuillas de ceramica que representan hombres armados y cuyo fin sería resguardar simbólicamente la tumba. Muchas veces también se encuentran dentro del foso esculturas cerámicas de perros, que se supone serían representaciones de cánidos utilizados como emisarios de Xolotl , la divinidad de la muerte.
Se piensa que vivían en aldeas y villas formadas por agrupamientos de casas contiguas a terrenos cultivables y a los cursos de agua. Algunas aldeas de mayor importancia tenían centros ceremoniales donde además se realizaban ferias y comercio. Las casas eran hechas con materiales perecederos como palmas, madera y barro, mientras que los templos eran construidos con basamentos de piedra y tierra.
No se sabe mucho de la historia de este pueblo, aunque algunas evidencias estilísticas permiten, como para muchas culturas de Mesoamérica, trazar vinculaciones con la ancestral cultura Olmeca.