Entrevista a José Luis Martínez, curador de la nueva exposición del Precolombino: “Las fiestas son gigantescos espacios de intercomunicación”
Para los pueblos que habitan y habitaron los Andes, el lenguaje es todo: nuestra gesticulación, la manera en que nos paramos, los colores que vestimos, la forma de mirar. Para José Luis Martínez, antropólogo especializado en el estudio del mundo andino, también. Por ello, junto a un equipo interdisiciplinario de lingüistas, arqueólogos e historiadoras, creó La fiesta de las imágenes en los Andes, exposición temporal del Museo Precolombino que promete al público experimentar la multisensorialidad de la comunicación andina y reconocerla en sus propias prácticas culturales.
¿Cómo nace esta exposición?
Al estudiar las sociedades andinas por más de una década, nos dimos cuenta de que habían registrado su memoria, su historia, sus valores y sus concepciones del mundo en un montón de objetos. En los Andes, un vaso no solo se usa para beber: se mira, se toca, se huele, es considerado vivo. La pintura, los colores, las formas, las texturas dicen cosas, pero nos hemos olvidado de aprender a leerlas, de decodificar lo que dicen. Esto no podía ser resuelto sólo por un arqueólogo, ni por un etnohistoriador o un lingüista. Hemos estado trabajando todos, con el objetivo de develar al mundo de los investigadores que necesitamos incorporar todos estos materiales para el conocimiento de las sociedades pasadas.
¿Cómo fue la experiencia de este trabajo interdisciplinario?
El equipo de curadores de la exposición formó parte de tres proyectos Fondecyt y ha estudiado minuciosamente los materiales que vamos a mostrar, sobre los cuales podamos decir cosas. Está Paula que es lingüista, Carola y Carla, que son etnohistoriadoras, y yo, que soy antropólogo. En el camino nos fuimos enamorando de los queros, del arte rupestre, de los bailes y el teatro, de los tejidos, de la cerámica, de las tablas y nos fuimos dando cuenta de que nos abrían una puerta a conocer cuestiones mucho más profundas acerca de los sistemas de pensamiento y comunicación andinos y a romper con una mirada que venía de nuestra propia formación occidental, que supone que lo oral es lo que manda y todo lo demás es una traducción o una copia.
¿Por qué la exposición se llama La fiesta de las imágenes en los Andes?
Porque la fiesta en los Andes es uno de los lugares donde funciona con más potencia el acto comunicativo, que es esencialmente social, colectivo. Las fiestas son gigantescos espacios de intercomunicación, de emisión y recepción de relatos, cuentos, historias, mitos y memoria. En sus varios días de duración se recibe una cantidad de información notable; la gente está diciendo cosas, están pasando cosas. En el mundo occidental, yo me pongo frente a un cuadro y lo decodifico: yo soy el activo y el cuadro es pasivo. En los Andes, en cambio, los sistemas visuales te dicen; las imágenes son activas y están llenas de relatos.
¿Cómo trasladar esta fiesta de las imágenes y la multisensorialidad de los Andes a la exposición?
Ha habido una preocupación súper importante por la luz, por el sonido y por el tacto; hay algunos objetos que se van a poder tocar y al final puedes ser parte de una experiencia multisensorial, moviéndote dentro de unas láminas semitransparentes con imágenes y con sonido. Vas a pasar por lugares que evocan una experiencia sensible respecto del pasado y también del tiempo. Para nosotros el tiempo es una cosa abstracta, pero en los Andes el presente tiene color, el futuro tiene color, el pasado podrá tener olor y ciertas texturas. A ver si algo de eso logramos que quede en la exposición.
¿Cuál te gustaría fuese la reflexión del público al visitar La fiesta de las imágenes en los Andes?
Primero una empatía: nosotros también poseemos sistemas de comunicación multisensoriales, nos podemos decir cosas sin necesidad de escribir, inclusive sin necesidad de hablarnos. Tenemos emoji, caminamos por la calle escuchando Spotify, cantando y moviéndonos. Eso también comunica. Y segundo, un enganche, que quieran saber más. Con esos dos objetivos yo me doy por satisfecho.
Comunicar para resistir
Los pueblos andinos transmiten información por largas distancias de manera eficaz, a través de imágenes, bailes, músicas y objetos que pueden ser entendidos sin necesidad de hablar el mismo idioma. Estos mecanismos fueron creados hace miles de años, resistieron la invasión española y siguen vigentes hasta el día de hoy. “Las sociedades andinas no se han olvidado que tienen cinco sentidos o más para comunicarse y pensar. Sus sistemas de comunicación se han transformado, pero su estructura esencial sigue funcionando y están ahí, para que los veamos y aprendamos de ellos”, explica José Luis.
La mantención de estas formas de comunicar, ¿puede comprenderse como un acto de resistencia cultural luego de la invasión?
Yo diría que hay tres cosas. Primero, autonomía; la decisión de tomar e integrar lo que trajeron pero también seguir haciendo lo nuestro. Esto tiene que ver con una tenacidad histórica que se expresa también lingüísticamente: una cultura tan potente no se desarma de buenas a primeras. Lo segundo es que claramente hay una dimensión política de resistencia, en algunos casos, pero también de conservación de una identidad, de una dignidad. Hay también una eficacia que para nosotros es muy sorprendente. Son mensajes tenaces que permiten construir identidad, enunciar políticamente, resistir y guardar autonomía: yo puedo decir las cosas que quiero decir, no tengo que aprender a escribir para poder hacerlo. Hay un relato precioso de una sublevación de campesinos analfabetos en Bolivia hace unos 60 años atrás. ¿Cómo lo hicieron, cómo avisaron? Usaron quipus. Inventaron que al amarrar una cuerda con otra se podía decir tiempo, ya no sólo cantidades, nombres o lugares. Los quipus les permitían decir, no les era necesario escribir alfabéticamente. Fue de una eficacia notable.
En esta exposición, ¿por qué decidieron hablar de los Andes y no de cada sociedad andina en particular?
Porque desde hace mucho tiempo hay una propuesta teórica lo suficientemente consolidada que permite reconocer a los Andes como un espacio multicultural y multilinguístico, en el que se han dado un conjunto de experiencias históricas y culturales compartidas que hacen que, más allá de las diferencias específicas, haya elementos que se pueden reconocer como comunes. Las sociedades de Ecuador, Perú, Bolivia, el norte de Chile hasta el valle central y el noroeste de Argentina componen una enorme área cultural con pensamiento autónomo y una serie de propuestas teóricas que se expresan políticamente. La ciudad de Santiago, por ejemplo, es mucho más andina de lo que estamos dispuestos a reconocer. Primero por la toponimia, que es también una expresión de la historia. Pero además, compartimos con todos los Andes parte de nuestras prácticas culturales y características ecológicas, como el clima. Nuestra experiencia sensible, nuestra manera de ser en el mundo es andina, para un montón de cosas.
Entrevista por Oriana Miranda
Foto por Julián Ortiz