Luis Solar, conservador y restaurador del Precolombino: “Cada pieza en sí es un universo”
Licenciado en Bellas Artes de la Universidad de Chile, Luis Solar es conservador, restaurador y museógrafo del Museo Precolombino desde sus inicios. Además, es profesor de pregrado y magíster en distintas universidades, lo que le permite educar y transmitir el trabajo que ha realizado durante más de 30 años.
Luis es un admirador de la belleza del arte precolombino desde sus primeros años en la universidad, por la vinculación que cada objeto tiene con una cultura y un significado religioso en específico.
«Desde el punto de vista de la interpretación de las culturas, todo lo valioso y lo valedero está en gran medida en los objetos. Además, existen las relaciones de contexto que son fundamentales para la interpretación del desarrollo y conocimiento de cada cultura ya que asociado a los objetos encontrados, podemos en algunos casos formarnos una idea de cómo se vivía en aquella época, encontrando objetos muy representativos formalmente que nos dan cuenta de la vestimenta, labores domésticas, estilos arquitectónicos, apariencia física, creencias, alimentación, orden jerárquico, etc. Es por esto que los objetos son como libros que nos cuentan una historia y veo en mi labor la de preservar estos objetos y su historia para que pueda ser conocida y valorada», cuenta.
¿Cuál fue tu primer contacto con el mundo precolombino?
Fue cuando estudiaba arte en la universidad, porque dentro de la malla curricular teníamos un ramo que se llamaba arte precolombino. Este acercamiento fue fundamental, ya que me permitió interiorizarme sobre culturas pasadas de América que en casi ninguna parte se enseñaban. Esto me llevó a valorar a los artistas de aquella época que elaboraban diversos objetos en diferentes técnicas y materiales, dejando en evidencia los variados aspectos del quehacer social precolombino.
¿Cómo llegaste al Museo Precolombino?
Cuando terminé mi carrera de Licenciatura en Artes, me presenté en distintos concursos nacionales, sin tener buena aceptación, ya que en esa época era muy difícil trabajar y expresarse libremente como artista teniendo una visión de compromiso social. Cuando nace el Museo Precolombino fue para mí una gran oportunidad de poder tener un acercamiento físico con los objetos de culturas pasadas. Es así como presenté mis documentos para incorporarme al Museo, haciendo valer los estudios y trabajos en cerámica y en textil, áreas vinculadas con la materialidad que se manejaba dentro del Museo. En esa época, en Chile casi no se contemplaba la restauración y conservación, de hecho, el Museo comienza a traer especialistas internacionales en diferentes áreas de la de la preservación patrimonial para capacitarnos, invitando además a personal de otros museos vinculados con el área. El Precolombino es de los pocos museos que se inicia en los años 80 con un laboratorio de conservación y restauración, siendo esta etapa importante para mí, ya que me formé como conservador restaurador, teniendo la práctica y aprendizaje permanente. Es así que con el trascurso de los años hasta el día de hoy he podido ejercer y aportar mis conocimientos en el terreno de la docencia.
¿Qué es lo más gratificante de tu trabajo en el Museo?
Es estar relacionándome con piezas que son únicas, que tienen cierta magia y que fueron elaboradas por personas que tenían una gran vinculación con la naturaleza y lo espiritual. Estar en contacto con esas piezas para mí es muy importante, por la carga energética que poseen. Cada pieza en si es un universo que encierra la espiritualidad de un pueblo condensada en su creador.
¿Cuál es tu pieza favorita del Museo?
Hay un vaso maya que me gusta mucho. Esa cultura ha sido muy importante para mí, de hecho he estado viajando por México y Guatemala vinculándome con todo su esplendor. En este vaso hay una escena que me recuerda a Pakal Votan, un gran gobernante maya encontrado en el templo de las inscripciones, zona de Palenque, de donde vienen las grandes interpretaciones de los códigos maya. Este vaso, donde se recrea una escena ritual, me vincula con ese personaje.
¿Cuál es la pieza que más has demorado en restaurar?
Son dos piezas, una en cerámica y otra en textil. La primera es la figura escultórica que rinde culto a Xipe Tótec, el dios de la primavera, el desollado que cayó de su pedestal con el terremoto del 85. Pasó mucho tiempo guardada y se vio la posibilidad de mandarla a restaurar a Estados Unidos. Sin embargo no fue así, ya que producto de la trayectoria y experiencia adquirida en el museo, me presentaron el desafío de realizar la restauración de esta pieza tan importante. Formé un equipo y estuvimos trabajando intensamente alrededor de diez meses. Un hecho importante y anecdótico fue de encontrar una huella digital de quien elaboró esta pieza hace cientos de años. Fue muy impactante este hallazgo, ya que esta huella nos conecta en forma directa con quien la elaboró.
La otra pieza forma parte de una trilogía de textiles con volumen del traje ceremonial Chimú. Me tocó participar en el tratamiento de conservación y restauración del paño central por alrededor de un año. Conocer esta pieza en profundidad me permitió poder aportar al estudio tecnológico del textil, valorando el alto grado de tecnología empleada.
Entrevista: Oriana Miranda
Foto: Nidia Yáñez