El maní o cacahuete (Arachis hipogea), por su parte, proveía de importantes vitaminas y aceites esenciales y fue objeto de veneración hace 1500 años, como lo atestigua su representación en innumerables accesorios y adornos de oro y plata de la cultura Moche, del norte del Perú.
Se ha planteado que su origen se encontraría en las tierras bajas y cálidas de Bolivia, donde se cultivó hace unos cinco mil años. Pese que a la llegada de los españoles el maní se encontraba extendido hasta Mesoamérica, no era de consumo común. En los siglos posteriores a la Conquista, los mercaderes europeos lo llevaron a África y Asia, donde su clima tropical hizo posible su reproducción; desde aquí volvió a ser reintroducido para su cultivo en América durante la época colonial, llegando junto a los esclavos africanos traídos por españoles y portugueses a las costas de América del Sur.
En la actualidad, el maní ocupa en Europa el mismo sitial que las almendras de Oriente para la preparación de dulces y mazapanes. La palabra maní podría derivar del guaraní manduví y cacahuate proviene del náhuatl tlalcacahuatl, que quiere decir “cacao de la tierra”, ya que las semillas de esta planta acaban su crecimiento bajo tierra.



































