Textiles

  • Introducción

    Los textiles constituyen una de las tecnologías más relevantes desarrolladas por el ser humano. Aunque cumplieron funciones utilitarias, como brindar abrigo o contener (p. e., bolsas), entre muchas otras, desde épocas muy tempranas sirvieron también como medios para trasmitir ideas sobre costumbres, jerarquías sociales y creencias religiosas, transformándose en un poderoso instrumento cultural para representar la ideología de un pueblo.

    Los tejidos son estructuras compuestas por uno o más sistemas de elementos o hilados diferentes enlazados entre sí, elaborados principalmente con fibras naturales de origen vegetal o animal y, últimamente, artificiales. El universo textil puede clasificarse en dos grandes grupos, según se utilicen para su confección uno o más sistemas de hilados. El primero involucra a un solo sistema de hilos entrelazados en una dirección, en sentido horizontal (de trama) o en sentido vertical (de urdimbre), con los hilados libres o fijos en un bastidor; entre ellos se encuentran los tejidos torcidos, los trenzados, los anillados y los anudados. El segundo grupo está formado por tejidos entrelazados que combinan dos sistemas de hilados o elementos, tramas y urdimbres, que trabajan fijos en direcciones contrarias, con la ayuda de un artefacto conocido como telar.

    Los tejidos elaborados con un solo elemento fueron conocidos y desarrollados mucho antes que el tejido con dos elementos, fundamentalmente para la fabricación de instrumental para la caza y la pesca, como los tejidos de redes, anudados o enlazados realizados con la ayuda de agujas y otros artefactos. Lo cierto es que el paso decisivo para la creación de textiles es fabricar un hilado, mediante un proceso por el cual una fibra corta, fina y débil de origen animal o vegetal es transformada en hilos largos y resistentes que pueden ser torcidos juntos, con la ayuda de un conjunto instrumental básico compuesto por husos y torteras: la torsión es la que da la resistencia a la fibra. Las primeras evidencias se han encontrado en Francia, en la cueva de Lascaux. Un fragmento de cordel de origen vegetal compuesto de tres hilos torcidos fue fechado en 15.000 años a.C. No obstante, 5000 años antes ya existían por lo menos representaciones de cordeles en las llamadas “Venus paleolíticas”, las que aparecen usando faldas o delantales formados por varios grupos de cuerdas torcidas. No se conoce con exactitud, sin embargo, qué materias primas se utilizaron para elaborar estos textiles, pudiendo ser tendones de animales como también diversas fibras vegetales.

    Muchas veces, cuando no se han conservado ejemplares, la existencia de una industria textil se infiere a través del hallazgo de artefactos relacionados con ésta como agujas, torteras y husos, o bien, por medio de su representación visual en otros objetos, como en el arte cerámico, en las esculturas en piedra, o en la pintura rupestre de cuevas y muros de los templos. Algunas de las evidencias más tempranas son impresiones dejadas por textiles en figuras o vasijas de cerámica, como es el caso de la antigua cerámica Jomón del Japón, o en las primeras industrias alfareras americanas de Ecuador de hace 6000 años. No obstante, se han encontrado instrumentos textiles, como agujas, en sitios del Paleolítico Superior europeo, con antigüedades que fluctúan entre los años 19.000 y 15.000 a.C. En el Medio Oriente, las tumbas del sitio Çatalhöyük presentan cuerpos envueltos en mantas, fechadas en el 6000 a.C. Se ha demostrado que los primeros cultivos de lino, planta utilizada para su confección, datan del 8000 a.C. Los tejidos egipcios también fueron fabricados con esta planta, y los múltiples hallazgos los sitúan en fechas alrededor del 5500 a.C. Una de las industrias textiles más famosas y antiguas del mundo es la de la seda china, con una edad que fluctúa entre los años 5000 y 3000 a.C. Estuvo basada en la domesticación del gusano de seda por la cultura Yangshao, en el noroccidente de China, a orillas del río Amarillo.Imágenes 3, 4

    En América, particularmente en el área Andina, los textiles fueron una de las tecnologías más importantes y finamente desarrolladas por las distintas culturas, dando lugar a una de las tradiciones textiles más ricas del mundo. Las condiciones desérticas de la costa y el altiplano andino, especialmente, han sido factores determinantes en la conservación de una gran parte de esta frágil artesanía, con registros que se remontan a 8000 años en algunas regiones. La relevancia cultural que alcanzaron los textiles en los Andes precolombinos se debe a que se les usó como soporte para la representación de identidad, jerarquías sociales y estados civiles, como medio de tributo y como símbolo de prestigio social. Prueba de ello son los textiles hechos a telar, los más antiguos conocidos para esta área, provenientes del sitio arqueológico costero de Huaca Prieta, localizado en el valle de Chicama, en el norte peruano. Este conjunto de textiles, fechado entre los años 3000 y 2200 a.C., muestra representaciones de animales, felinos, serpientes y cóndores, además de imágenes antropomorfas y otras no identificadas, realizadas con hilos de diversos colores naturales y artificiales. Estas imágenes siguen estando presentes en la iconografía andina por los siguientes 4000 años, dando origen a la tradición textil andina y demostrando que, desde estas épocas, los tejidos constituían el medio predilecto para la expresión artística y religiosa. Fueron fabricados con fibras vegetales y con algodón, este último cultivado muy tempranamente en la costa peruana. La fibra pelífera del camélido, animal que tiene su hábitat en las tierras altas, comenzó a utilizarse bastante después. En la costa, sin embargo, fue usada de manera restringida, demostrando que se trató de una fibra escasa y sumamente apreciada por estos pueblos.

    Estos antiguos textiles fueron fabricados manipulando las urdimbres (hilados verticales) con los dedos o mediante la ayuda de un instrumento, separándolas individualmente para entrelazar las tramas (hilados horizontales), generando de esta manera una estructura textil, cuya forma más básica es denominada “ligamento tela o tejido balanceado” Imagen 2. Con la incorporación del telar con lisos hacia el 1400 a.C., que permitió manipular varios sistemas de urdimbres a la vez, se produjo un importante avance tecnológico que masificó la elaboración de textiles en los Andes, agilizando enormemente el proceso de manufactura. Alrededor del 2000 a.C. –en sitios como La Galgada, en la sierra norte peruana– se empezó a fabricar una mayor cantidad de piezas textiles, bastante más anchas y con hilos manipulados en grupos, muchas veces reduciendo la decoración a listas verticales de colores distintos. En general, se privilegió la producción de tejidos planos y anchos, dando cuenta que el proceso de tejido fue mucho más rápido y eficiente. Los tiempos posteriores fueron testigo del desarrollo de una rica industria textil, donde destaca Paracas (entre 700 y 100 años a.C.), una de las culturas más prolíficas en cuanto a producción de tejidos se refiere. Sus vestigios han sido encontrados en varios valles del sur de Perú, como Pisco, Ica y Nazca. Desarrollaron una infinidad de técnicas decorativas y gran variedad de tejidos, aunque destacaron especialmente por el bordado sobre tela, el que permitió realizar líneas curvas y con ello la representación de figuras no sólo de frente o de perfil sino que en distintas posiciones, sugiriendo movimiento imágenes 1,13 .

    Estas imágenes se fueron complejizando, proyectándose en el posterior desarrollo de la cultura Nasca (100 a.C. a 700 d.C.) imagen 14. Se observa en los textiles de esta cultura casi todo el repertorio técnico y cromático existente en los Andes, aunque muchas de las técnicas en boga en esos momentos desaparecen después del término de Nasca. Este período es testigo de la creación de finos bordados con terminaciones hechas en volumen, representaciones de figuras antropomorfas y motivos realistas, multicolores y curvilíneos que posteriormente se empiezan a geometrizar, con figuras altamente repetitivas que forman patrones. Además, se fabricaron distintos accesorios que formaban parte de la vida cotidiana del pueblo Nasca, tales como fajas, bolsos, sandalias y abanicos, gorros, tocados turbantes y cintillos, todos hechos con la misma maestría que otros tejidos imágenes 15,16,17. Estas técnicas y estilos siguen estando más o menos presentes en los textiles más tardíos, aunque privilegiando ciertas técnicas como la tapicería en los tejidos de las culturas Wari e Inka, imágenes 6, 7 . Dentro de las industrias posteriores a Nasca, destacan los tejidos Chancay (1000 a 1430 d.C.), en la costa central peruana, con un inigualable desarrollo de finas gasas, tejidos reticulados, brocados y tapicería calada, así como máscaras funerarias y muñecas con volumen, imágenes 8,9,10 . En tanto, la textilería de la cultura Chimú (900 a 1.400 d.C.), del norte peruano, destacó por la elaboración de trajes compuestos por diferentes prendas usados para el ceremonial y la funebria, con aplicaciones de plumas, metales u otros tejidos volumétricos. Imágenes 11,12

    En el Imperio Inka, los textiles no sólo fueron utilizados para vestir, adornar y representar imágenes, sino que también para registrar hechos y contar historias. Los quipus –del vocablo quechua nudo– fueron implementos de cuerdas de lana anudadas de diversas formas que se utilizaron para registrar información censal y tributaria, pero además para contar historias, genealogías, poemas y canciones, según lo registrado por las crónicas españolas. Hasta hoy, se han logrado descifrar parcialmente los métodos para anotar y guardar datos cuantitativos, pero no se ha podido establecer cómo se usaban estos instrumentos cuando se registraba información sobre mitos e historias.

    En el área Mesoamericana el desarrollo de la industria textil precolombina se ha estudiado fundamentalmente a través de sus imágenes y representaciones en otros materiales, como la cerámica, las esculturas de piedra o las pinturas murales. También, por medio de descripciones hechas por los conquistadores y las tradiciones indígenas existentes en la actualidad. Las condiciones climáticas imperantes en algunas regiones de esa área cultural, tales como una mayor humedad, no han permitido la conservación de estos frágiles materiales. Sin embargo, en cuevas localizadas en los actuales estados de Puebla y Tamaulipas, en el centro-sur y el norte de México, respectivamente, se han encontrado fragmentos de cordelería y redes con un antigüedad de entre 5000 y 2500 años a.C., dando cuenta de los inicios de esta artesanía. Los tejidos fabricados con telares, pequeños y principalmente amarrados a la cintura, son mucho más tardíos; de mayor complejidad técnica y decorativa para la vestimenta de las clases gobernantes y mucho más sencillos para el resto de la población. La mayor parte de las fibras utilizadas fueron de origen vegetal, agregando a veces elementos ornamentales como plumas o pelos de animal. Usualmente, el algodón cultivado desde muy antiguo, se reservaba para las vestimentas de la élite, con el que se tejían capas o tilmas y armaduras, mientras que los taparrabos, enredos y huipiles –túnicas sueltas y sin mangas– usados por la gente común eran fabricados con fibras vegetales más duras. Estas fueron las vestimentas básicas de los pueblos mesoamericanos, con algunos rasgos que permitían diferenciarlos cultural y regionalmente desde al menos el 1200 a.C. hasta la llegada de los españoles, aunque algunos elementos tradicionales de esta industria se mantienen hasta la actualidad. Las evidencias más antiguas de tejidos fueron halladas impresas en cerámica en el valle de Tehuacán, con fechas entre los años 1500 y 900 a.C. Ahora bien, las únicas evidencias directas de textiles hechos a telar que se conservan con fechas cercanas a los años 200 a 300 d.C. corresponden a dos piezas que envolvían un cuerpo momificado encontrado en una cueva en Coxcatlán, en el mismo valle de Tehuacán. Son de factura sencilla aunque decoradas con franjas de diversos colores.

  • Preparación de las Fibras

    Cordeles, redes y tejidos, han sido producidos por el hombre para satisfacer diversas necesidades en su vida cotidiana. Los textiles se realizan a partir de hilos que deben ser continuos, flexibles y resistentes, los cuales no se encuentran disponibles en forma natural. Las fibras, en cambio, son elementos muy delgados y generalmente discontinuos que sí están presentes de diversas formas en la naturaleza. Las fibras animales incluyen pelo y lana de animales, como ovejas, conejos, llamas, alpacas y vicuñas o chinchillas, e incluso el mismo pelo humano. Otras fibras animales utilizadas son tendones, más rígidos y resistentes, y filamentos secretados por orugas, como el gusano de la seda. Las fibras vegetales también se encuentran en múltiples variedades: filamentos de musgos secos o semillas, como el algodón; pastos largos y resistentes; fibras extraídas de hojas o tallos, como sisal, lino, yute o cáñamo, junco y cabuya, o de corteza de árboles y arbustos.

    En su estado original, las fibras naturales no son aptas para ser tejidas, deben ser preparadas según las características de cada una. Los tendones son secados, machacados para ablandar y separar las fibras y finalmente deshilachados. Un proceso similar se aplica a las fibras vegetales duras, como aquellas provenientes de hojas y tallos, los cuales son mojados y golpeados para remover el componente blando y pulposo, dejando la fibra resistente al interior, para luego secarla y separarla en filamentos delgados.

    Los filamentos flexibles y suaves, en forma de mota de algodón o vellón de lana, se presentan sucios y con inclusiones como ramitas, insectos, o incluso excrementos, por lo cual deben ser cuidadosamente lavados. En el caso de la lana, el lavado es necesario para remover parte de los aceites animales que la impregnan y le dan un olor penetrante. Una vez seca, la lana es desenredada con peines (cardada) a fin de deshacer nudos y ordenar las fibras en un mismo sentido.

    El siguiente paso es la hilatura de las fibras. Es en esta etapa del proceso de preparación cuando se confeccionan cabos, que son conjuntos de fibras, ordenados en una misma dirección y torcidos en conjunto, siendo los cabos los que finalmente se tejen. Para hilar la mota o vellón adelgazado con las manos, se va enrollando en una varilla de madera mientras gira vertical, libremente o apoyado en una superficie, gracias a un peso de madera, piedra o cerámica ubicado en el extremo inferior de la varilla. Se trata de husos con torteras, que al rotar en una dirección constante, ya sea a la izquierda o a la derecha, van estirando las fibras, tensándolas y torciéndolas para formar un primer cabo. Hay hilos de uno o de múltiples cabos, según las necesidades de resistencia, flexibilidad y espesor que el tejedor o la tejedora requieran. Para esto se hilan nuevamente los cabos, ahora torciéndolos entre sí, en la dirección contraria. Los hilos reciben denominaciones diferentes según el número de elementos que los componen. De este modo, al producto de la primera torsión se le llama “cabo”, al de la primera retorsión se le denomina “hilado” (compuesto de dos o más cabos) y al de la segunda retorsión “cable” (de dos o más hilados).Imágenes 1,2,3,4

    Para lograr los hermosos diseños de los textiles precolombinos, los antiguos americanos aprovecharon las cualidades naturales del color de sus fibras. Las más utilizadas en los Andes fueron las fibras de la llama, la alpaca y la vicuña, así como el algodón. En Mesoamérica, en cambio, la textilería se basó principalmente en el uso del algodón. Todas estas fibras presentan colores naturales variados, la de los camélidos andinos abarca desde el blanco al negro, incluyendo gamas de café y gris. El algodón, por su parte, se encuentra en blanco, rosado y tonos de café. Imagen 5. Todos los demás colores, amarillos, verdes, rojos, anaranjados, azules o violetas, fueron conseguidos mediante el teñido.

    El teñido de las fibras se puede realizar tanto antes como después de la hilatura. Diversas sustancias pueden ser utilizadas como tintes: vegetales (frutos, hojas, raíces, cortezas), animales (insectos como la cochinilla o extractos de moluscos) y minerales (carbón, arcillas, minerales de hierro y cobre). Las fibras porosas, como la lana suave o el algodón, absorben y retienen el tinte fácilmente, mientras que las lanas duras o el pelo de los animales son más resistentes al teñido. Por lo general, las fibras animales reciben mejor el tinte que las vegetales, gracias a la grasa que presentan. Para preparar la fibra y mejorar la acción del color que se añade, éste se combina con un mordiente, sustancia que permite debilitar el exterior de la fibra para recibir el nuevo tinte.

    En todas las regiones de América donde se desarrolló el arte textil los artesanos se valieron de aquellos tintes disponibles en sus localidades. En Mesoamérica como en los Andes dos de los tintes más destacados fueron el rojo y el azul. El rojo intenso provenía de dos fuentes principales, uno de origen vegetal, de las raíces de un arbusto (Relbonium sp.) y otro de origen animal, que se obtenía del extracto de la cochinilla, un insecto parásito de una especie de cactus. La gama del azul se conseguía de una papa negra que crece en el altiplano andino, pero más común era el que se obtenía a partir de una planta de la misma familia que el índigo asiático. El azul intenso se preparaba mediante una combinación de esta planta con sustancias minerales que servían para intensificar el color, conseguir matices y fijarlo a las fibras. Respecto al color amarillo, son muchos los vegetales que lo producen, pero entre los más frecuentes son los que provienen del árbol molle o pimiento y del arbusto chilca. En el extremo sur de los Andes, en las actuales comunidades mapuches, se conservan algunas antiguas tradiciones de teñido. En esta región, el color morado se logra remojando las fibras con frutos como el maqui, mientras las hojas y tallos del michay dan los tonos amarillos y dorados.

  • Tejidos con dos Elementos

    Ver animaciones

    El gorro troncocónico de Arica

    Los cascos de las pampas

    Tejido Balanceado

    Los tejidos con dos sistemas de hilos diferentes entrelazados en direcciones contrarias constituyeron la tecnología que impulsó el desarrollo del arte textil en el mundo. Para tejer a telar o con un bastidor, es preciso poner en tensión un grupo de hilos (proceso que se denomina “urdido”) a fin de poder entrelazar el otro sistema de hilos en dirección contraria. El grupo de hilos que es tensado y que constituye el elemento estable o fijo del tejido se conoce como “urdimbre”, y va en dirección vertical al tejedor. El otro conjunto de hilos que interviene en este proceso es la “trama”, definida por su dirección horizontal y porque es el grupo de hilos que se entrelaza con los hilos fijos de la urdimbre. Para producir el tejido, se levanta una selección de hilos de urdimbres y se cruza la trama por debajo en sentido horizontal, repitiendo el proceso sucesivamente por todo el ancho del telar. Las urdimbres y tramas no se entrecruzan siempre de la misma manera, y la gran variedad de combinaciones da lugar a una multiplicidad de posibilidades de diseños y texturas, a las que se suman la pintura, la aplicación de otros materiales como plumas, metales, pelos o bordados. Muchas de estas técnicas suponen una organización específica de los hilos desde que se urden, dando cuenta de un alto grado de planificación en el diseño final del tejido antes de que éste sea iniciado.

    El soporte que permite la tensión de la urdimbre es el telar, un artefacto que puede adoptar variadas formas pero con la misma función básica. En los Andes se utilizaron tres tipos distintos: el más sencillo fue el telar de cintura o faja, también utilizado en Mesoamérica, que consta de dos varas paralelas al tejedor, una de las cuales se fija a un tronco o estaca y la otra se amarra a la cintura del tejedor. Otro tipo fue el telar horizontal, formado por dos varas paralelas sujetas con cuatro estacas clavadas al suelo, que permitió hacer tejidos más finos, densos o de mayor tamaño. Por último, está el telar vertical, compuesto de cuatro varas amarradas entre sí, y que resultaba más práctico para realizar prendas de gran envergadura, como las túnicas de las culturas Wari o Inka, ya que su ancho variable posibilitaba la participación de varios tejedores a la vez en la fabricación de una misma pieza. Imágenes 1,2,3,4,5 .

    La forma más simple de entrelazar urdimbres y tramas es tener la misma cantidad de ambas e ir enlazando uno a uno los hilos, pasando la trama por arriba y debajo de la urdimbre, generando así una tela balanceada. Pero al cambiar el número de hilos de urdimbres o de tramas se obtienen diseños distintos. Lo mismo si se modifica el movimiento de las pasadas de la trama, dejando a la vista diferentes hilos que definirán diversos patrones decorativos, ampliando aún más el abanico de posibilidades si éstos varían en su color. También es posible integrar más de un sistema de hilos de tramas y de urdimbres, produciendo diseños, texturas y aspectos más complejos en el textil.

    Dentro de las modificaciones más comunes de la estructura del tejido se encuentra la tapicería, que consiste en el uso de tramas de distintos colores que esconden la urdimbre y no cubren todo el ancho del tejido, es decir, son discontinuas. Otras técnicas sofisticadas, como la gasa y la sarga, también fueron manejadas en Mesoamérica y en los Andes. La gasa consiste en entrecruzar hilos de urdimbre en los que la función de la trama es sujetar estos cruces, con lo que se logra un efecto de calado, obteniendo un tejido abierto y menos denso. Otra variedad de textil calado, es el tejido reticular, original de los Andes precolombinos, que consiste en una retícula de base triangular o cuadrada que se logra anudando con pasadas de trama las urdimbres espaciadas regularmente. La sarga se obtiene cuando los puntos de entrelazamiento de tramas y urdimbres son desplazados en forma regular en cada pasada de trama, con lo que se logra un efecto de líneas diagonales.

  • Tejidos de un Elemento

    Ver animaciones

    Gorros de cuatro puntas de Tiwanaku

    Gorro afelpado de Atacama

    Uno de los primeros ejemplos de textilería es la confección de cordelería torcida o trenzada. Se elabora a partir de conjuntos de cabos, hilos o cables torcidos o entrelazados entre sí para lograr cordones gruesos, resistentes y flexibles, útiles para amarrar, sujetar y sostener.

    Las trenzas se realizan enlazando o cruzando entre sí tres o más hilos en forma vertical. Por otra parte, los cordeles tienen un largo determinado que se fija según el propósito para el que servirán, ya sea para confeccionar una cuerda-cinturón, para suspender un cántaro o para atar un animal. Presentan variedad de nudos, que sujetan los hilos para que no se desarme el cordón.

    Los más antiguos cordeles se elaboraron con tendones, cintas de cuero y fibras vegetales silvestres, por grupos de cazadores y recolectores con anterioridad al desarrollo de la agricultura y la domesticación de animales. Los Chinchorro, por ejemplo, los más antiguos habitantes de la costa de Arica, vestían faldellines (cobertores del sexo) hechos de cordeles de pelo de guanaco alrededor del año 4000 a.C. Una vez desarrolladas las fibras naturales modificadas, como la de la llama y el algodón, se continuó tejiendo cordeles con estos nuevos materiales.

    El hilo de algodón, desarrollado en los Andes Centrales cerca del año 3000 a.C., fue usado por los pueblos pescadores para confeccionar lienzas y bolsas para la pesca. Las propiedades especiales del algodón hacen que sus fibras porosas absorban el agua, hinchándose y reforzando el hilo, de modo que pueda resistir el peso de un anzuelo y un pez.

    En el altiplano de los Andes, incluso en tiempos actuales, la cordelería se usa intensamente en actividades relacionadas con el pastoreo de camélidos. Los cordeles y trenzados hechos con la fibra más gruesa de la llama son realizados por los pastores, mientras que las mujeres se dedican al hilado y al tejido en telar. En el presente, ciertas comunidades aymaras tradicionales de Perú, Bolivia y el norte de Chile y de Argentina conservan esta antigua tradición textil.

    En Mesoamérica los cordeles se elaboraron preferentemente con fibras vegetales silvestres, como el maguey, planta que presenta en su interior fibras de mucha resistencia. Una vez removidas estas fibras de la parte blanda de la planta, preparadas e hiladas, pueden tejerse en cordeles muy resistentes.

    Otro tipo de tejido a base de un solo elemento es en el que un cabo, hilado o cable continuo, se enlaza o anuda sobre sí mismo a lo largo de hileras o corridas dispuestas una sobre otra. Esto se puede realizar con ayuda de agujas o palillos, que sirven de estructura base para iniciar el tejido o como guía para la conducción del extremo libre del hilo. Mediante anillados o anudados se conectan las corridas inferiores y superiores, formando un tejido de densidad variable, pudiendo ser completamente cerrado o abierto, flexible sin enlazado o fijo, si se ha hecho mediante nudos. Imágenes1, 2.

    Como técnica, este tipo de estructura textil corresponde al tejido de mallas enlazadas y redes anudadas y se desarrolló mucho antes que la agricultura y la ganadería. En la costa de Arica, con fechas en torno al año 2000 a.C., se han encontrado evidencias de estas técnicas en antiguos objetos de pelo de guanaco y de algodón. Las redes y bolsas anilladas sirvieron para la captura y el transporte de pescado en la costa andina, sin embargo, es probable que por esa misma época, en otros lugares, se hayan elaborado objetos con este tipo de técnica. La fragilidad de las fibras orgánicas, vulnerables al paso del tiempo y a la acción de los elementos, ha impedido que estos materiales perduren en lugares húmedos, conservándose sólo en regiones secas, como la costa desértica del Perú y el norte de Chile. Imagen 3.

  • Referencias

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