El Alero Taira es un refugio rocoso natural que se encuentra allí donde el cañón del Loa deja de ser una angosta garganta y se transforma en un espacio más amplio, que da paso a vegas donde pasta el ganado.
No es fácil llegar a él. Quienes lo ocuparon prefirieron mantenerlo oculto de la vista de quienes circulaban por el valle. Hay que subir por una empinada ladera al final de la cual se despliegan ante nuestros ojos las figuras grabadas y pintadas en las rocas del cañón.
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Al observar el alero, parece que todo fuera un caótico y colorido conjunto de figuras y formas. Para comprenderlo es necesario ordenar la información, dividiendo el conjunto en “paneles”, que son las caras de las rocas con arte rupestre.
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Los creadores de las imágenes usaron dos técnicas principales: el grabado y la pintura.
Llamamos grabado a la extracción de la corteza de la roca mediante el piqueteo o el raspado con un objeto más duro. La pintura está compuesta de sustancias colorantes preparadas con minerales molidos, mezclados con agua y un elemento grasoso que facilita su aplicación y fijación en la roca.
Cuando una figura es elaborada con ambas técnicas —quitando corteza y agregando pintura— hablamos de “pictograbado”. Este último procedimiento es muy común en el alero.
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Los animales más representados son los camélidos. En los Andes existen cuatro especies: guanacos y vicuñas, que son silvestres y eran cazados para alimento, y llamas y alpacas que son domésticas y se pastorean. La especie más común en Taira es la llama, fundamental en la economía de los pastores, tanto por su lana, como por su uso como animal de carga. Se le dibuja adulta, muchas veces preñada o junto a su cría.
En menor cantidad y tamaño, aparecen felinos y zorros. También hay aves, como el avestruz andina, perdices y también pájaros inexistentes en la naturaleza, que hemos interpretado como aves míticas.
Los seres humanos aparecen desnudos o vistiendo túnicas, portando varas y tocando tambores. Generalmente están en las partes medias y altas de los paneles ocupando posiciones secundarias respecto de los camélidos.
Menos comunes, pero de similar protagonismo, son las representaciones de vulvas y penes. En las partes bajas de la roca vemos surcos y agujeros que también fueron hechos intencionalmente.
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Los artistas dibujaban de una manera naturalista, logrando cierto grado de realismo. Las formas tienden a la simplificación, semejando siluetas. Las llamas están representadas como si fueran vistas simultáneamente de frente, de atrás y de perfil.
Las escalas de las figuras cambian, los diseños se superponen unos a otros, el grosor de los surcos varía y las líneas se repasan, dando una impresión de movimiento. Los seres humanos aparecen muy pequeños en un mundo lleno de grandes llamas semi trasparentes.
