Cruz de Mayo 2016
La celebración de la Cruz de Mayo en Socoroma, como toda fiesta popular, posee un claro itinerario ritual, en el que participan los mayordomos de las cruces de Yapabelina, Calvario y Milagro, los músicos y las familias devotas. En una ceremonia tradicional se chaltan las vestimentas que llevarán las cruces, se pide permiso a las Presencias Tutelares (de acuerdo a la cosmovisión andina) para celebrar a la Cruz.
La comunidad devota de la Cruz, luego de un almuerzo tradicional, viste las cruces de Milagro con mantos bordados y cintas. Acompañados de cantos, guitarra y violín, hombres y mujeres trabajan en la ornamentación de las cruces.
Una vez vestidas se juntan en la plaza del pueblo las cruces de Yapabelina, Calvario y Milagro, para ser paseadas y exhibidas por las calles principales de Socoroma en las manos de sus mayordomos.
Oda de amor (cuculis) Ahora sí que cantaremos, ahora si que bailaremos, Ahora sí que cantaremos, ahora sí que bailaremos, cuculis, culis, culis Canten canten bailadores, verso no les faltará, Canten canten bailadores, verso no les faltará, cuculis, culis, culis Desde lejos he venido buscando flores de Mayo, Desde lejos he venido buscando flores de Mayo, cuculis, culis, culis Buscando flores de mayo, para coronar tu día, Buscando flores de mayo, para coronar tu día, cuculis, culis, culis
Por la noche se realiza una procesión por las calles principales del pueblo, culminando la actividad cuando los mayordomos y sus acompañantes dejan a su respectiva cruz nuevamente en la iglesia.
Durante la noche, los músicos de la orquesta tradicional y sus instrumentos realizan una ceremonia íntima con la naturaleza y el Sereno.
Comienza la vigilia de las cruces, socoromeños, socoromeñas y visitantes acompañan las tres cruces del pueblo. Cada una custodiada por sus mayordomos, quienes reciben al devoto con un cariño (comida y vino).
Las cruces esperan imponentes su partida al Alto. La señora Carmen acompaña toda la noche las cruces del Calvario.
Entre voces sigilosas, flores y copal avanza la noche. Los devotos contemplan con cariño las vestimentas de las cruces (cruces de Milagro).
La luminaria es parte del ritual, cada persona enciende con respeto una vela al visitar la cruz. Es momento de pedir con fe por lo que más se quiere. Esta noche es larga, fría y silenciosa. La gente acompañará las cruces hasta el alba (cruces de Milagro).
En medio del silencio del desierto , entre el soplo sibilante del viento, un hombre canta el cuculis, el canto triste de agradecimiento a la Cruz de Mayo. Con guitarra y voz sube y baja acompañando al peregrino por el cerro dando aliento y energía. Otro hombre lo acompaña sentado, sirve pisco al caminante, que continúa subiendo.
Desde el último punto de acceso vehicular en Taipicagua (3200 msnm), los devotos de la cruz caminan alrededor 4 horas hasta el cerro Milagro (4800 msnm). El camino es duro y seco, el cerro se vuelve interminable.
El cansancio y la altura se hacen notar. Luego de un largo sendero por el altiplano, el licor se toma como agua. La familia de los mayordomos se encargan de que cada peregrino sea bienvenido con un trago fuerte. “Uno pa´ la cruz, otro pa´ la sed”.
A lo lejos se ven llegar las cruces con los que partieron desde el pueblo. Fueron ocho horas de viaje a pie pasando por distintos puntos de la precordillera. El sacrificio es parte de la celebración, un regalo para Milagro.
La comunidad milagrera avanza de rodillas rodeando la cruz; cantan fervientes el cuculis, la saludan, la acogen, algunos nombran a los que ya han partido, otros emocionados toman posición en torno al apacheta.
El viento sopla frío y con mucha fuerza, el momento es intenso. Una comunidad entregada a la fe y devoción hacia la Cruz de Milagro. La gente canta y llora. Comienza la despedida.
Señora Sonia Gutiérrez, mayordoma de la cruz de Milagro y milagrera de tradición se despide de la cruz emocionada y agradecida: “Adiós milagrita linda, que sea en buena hora”.