Desde los orígenes de la humanidad, la muerte ha sido un evento que las culturas han tratado de conjurar para asegurar la continuidad de la vida. Los Moche concebían la muerte como un viaje marítimo, cuyo éxito dependía de los objetos y símbolos que acompañaban al difunto. Así, en las tumbas colocaban vasijas de cerámica modelada o pintada con representaciones alusivas al poder que tienen los hombres y animales para producir la muertes y alimentarse de ella, tal como la que infligen a los enemigos y prisioneros los guerreros, felinos y aves de rapiña. Los difuntos más poderosos eran también acompañados con máscaras de metal, orejeras y otros ricos objetos que proclamaban el poder que habían tenido en vida y que debían ayudarle a emprender su viaje al más allá. Las vasijas de cerámica y objetos de metal eran confeccionados en talleres controlados por el estado, demostrando con ello que las autoridades Moche no sólo ejercían control sobre la vida de las personas, sino también sobre su muerte y el tránsito a la otra vida.