Uno de los temas más frecuentes en el arte andino es un personaje que lleva un hacha en una mano y una cabeza humana en la otra. Muchos autores piensan que se trata de un ser mítico, no de un personaje real. Mito o realidad, la verdad es que los arqueólogos han encontrado cuerpos decapitados y cabezas sin cuerpos en sitios arqueológicos de casi toda la secuencia cultural en los Andes. Las cabezas tienen una cuerda para transportarlas que pasa por el foramen magnum y por otro agujero practicado en el hueso frontal. Varias de ellas conservan el pelo y la piel, y presentan labios y párpados sellados con espinas de cactus. El hecho de que la mayoría de las cabezas sean de hombres adultos, sugiere que pertenecieron a guerreros y que fueron conservadas como trofeos de combate. Una interpretación alternativa es que estas cabezas sean objetos relacionados con la fertilidad agrícola. En los Andes actuales, los cráneos de los antepasados son conservados por los miembros de su linaje para que vigilen los cultivos y aseguren buenas cosechas. En otras ceremonias, los indígenas cortan las «cabezas» de las papas y las plantan para que de éstas surjan nuevos brotes. En el pasado, el «culto de la cabeza cortada» puede haber sido, por lo tanto, una referencia genérica a los ancestros de la comunidad y a sus poderes para dar vida.