El lugar de las almas

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La preocupación por el destino de los “espíritus” de los muertos fue constante a través de toda la América precolombina. Sus habitantes desarrollaron sofisticadas ceremonias colectivas para apaciguar el dolor de los vivos y facilitar el tránsito de las almas a la otra vida. Destaca el uso de vasijas de cerámica como recipientes funerarios. A veces los cuerpos eran depositados directamente en las vasijas, pero en la mayoría de los casos éstas se usaban para guardar sólo las osamentas. Otros pueblos enterraban a sus muertos bajo el suelo y luego de la descomposición, desenterraban los huesos para un segundo entierro. También fue una práctica asar los cuerpos y, en ocasiones, comerlos en ritos colectivos. En el Área Surandina, el empleo de urnas para guardar los muertos es una práctica conocida desde los primeros siglos antes de Cristo. Esta costumbre gozó de cierta popularidad entre grupos con incipiente agricultura, ganadería y cerámica, especialmente en el noroeste de Argentina y en el centro de Chile. Al parecer, se trataba de entierros secundarios como los descritos por los administradores coloniales, historiadores y antropólogos. Este tipo de sepultura permaneció vigente en estas áreas hasta tiempos prehispánicos tardíos. En el sur de Chile, los difuntos aparecen depositados en grandes tinajas hacia 1200 d.C.

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Urna funeraria

Urna funeraria

Materiales: Cerámica

600 - 900 dC

Medidas: 340 mm de alto

Código de pieza: MCHAP 2399

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Urna funeraria

Urna funeraria

Materiales: Cerámica

Intermedio Tardío 1200- 1470 d.C.

Medidas: 660 mm de alto

Código de pieza: MCHAP 0656

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