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Entrevista a Ema Dunner, diseñadora de Reencuentro: “Cada proyecto de espacios expositivos es un universo propio”

El equipo de No Ordinary Things (NOT) trabajó durante un año en el diseño y montaje de Reencuentro, la nueva exposición de Sheila Hicks en el Museo Precolombino. Para Ema Dunner, arquitecta y una de las fundadoras de NOT, uno de los principales desafíos fue hacer que cada elemento, pese a las complejidades de su fabricación, no se notara. “Hay una intención explícita de desaparecer en favor de la obra de Sheila”, cuenta.

¿Cuáles fueron los principales ejes a tener en consideración para esta exposición?

Esta exposición tenía dos desafíos fundamentales. El primero y el más relevante era hacer convivir la colección de Sheila, que es súper expresiva, directa, poco mediatizada y exuberante, con la colección precolombina a la que el Museo se acerca de manera mucho más formal, donde siempre debe haber vidrios o un límite y un control lumínico súper estricto. Estas dos colecciones, que en términos técnicos son contrapuestas, a la hora de ser exhibidas debían establecer un diálogo sin inducir comparaciones directas, porque si bien la curadora está generando un vínculo entre las obras precolombinas y la obra de Sheila Hicks, el público nunca tenía que percibirlas como una traslación literal, sino que había que mantener la distancia, evitando la mímesis a toda costa. Otro tema muy relevante es que Sheila tiende a dialogar mucho con el contexto donde expone, utilizando los edificios como soporte. En ese sentido, traté de que desaparecieran lo más posible todos los soportes expositivos que tenía que diseñar y que parecieran elementos que siempre habían estado presentes en la sala. Por ejemplo, los túneles con las piezas precolombinas, que cumplen el rol de tamizar la luz general completa y permiten hacer el control lumínico y generar la distancia adecuada, se diseñaron para que fueran muy poco histriónicos. El pasillo lo mismo, solo un panel flotante, blanco, muy limpio. Intentamos que el público casi no se dé cuenta de que hubo un diseño expositivo detrás. Hay una intención explícita de desaparecer en favor de la obra de Sheila. Creo que eso fue logrado porque ella me lo dijo, así que estamos muy contentos con eso.

Como dices, Sheila Hicks trabaja con el espacio, por lo que al llegar a Chile y ver la exposición podía querer cambiar el orden de las cosas. ¿Cómo fueron dando esa posibilidad desde el diseño?

En general hay pocos elementos en la muestra que son fijos, estáticos e inamovibles, y esos uno confía en que estén bien resueltos y que no se muevan. Uno de esos eran estos elementos túneles, relevantes porque en una operación muy simple resuelven muchos temas. El otro es el muro de al fondo, que era una propuesta que confiaba plenamente que iba a funcionar y funcionó, le gustó mucho a Sheila. El resto de los elementos son ligeros y móviles: toda la estructura de plintos es fácil de manipular, se hicieron segundas combinatorias durante el montaje y tenían cierto grado de ductilidad que no era menor. Exceptuando estos elementos, el asunto tenía ciertos rasgos de ajuste. Ahora, siempre confié en que se iba a mover muy poco, honestamente.

¿Sheila sabía de la distribución de la exposición antes de venir?

Le enviamos una planta de distribución general y nunca hubo comentarios ni ruido importante. Durante el montaje, había cinco obras juntas que terminaron siendo cuatro y movimos una a otro lugar, se cambiaron elementos menores y era lo suficientemente dúctil para que eso no afectara nada. Fue muy simple, pero porque estaba pensado de esa manera.

¿Cómo describirías Reencuentro a partir de su diseño?

Creo que es una exposición bien lograda, en términos de que hay un trabajo intenso y grande detrás y no se nota. Ese es uno de los logros más importantes: cada uno de estos elementos tiene bastantes complejidades en su fabricación pero no se notan complejos. Los módulos parece que hubieran estado siempre, las vitrinas son muy diáfanas, conseguimos dejar mucho aire en cada uno de los elementos que diseñamos. También logramos que este vínculo sin traslaciones literales entre lo precolombino y la obra de ella esté bien logrado. Además, cada sala, si bien se entiende en sus espacialidades, en su totalidad tiene muchos rincones y muchos fragmentos, no se agota en una primera mirada, que es algo súper importante cuando tienes exposiciones que se leen a un primer golpe de vista, ser capaz de lograr segundos recorridos que sean interesantes por sí mismos. Eso está bien logrado y también la iluminación, que era un tema bien complicado por este contraste entre lo precolombino y la obra de ella.

Ahora que la exposición está abierta, ¿cómo ha sido la respuesta del público? 

Ha sido súper buena, estamos encantados. En las otras exposiciones que habíamos hecho para el Museo, trabajamos con el equipo de aquí y normalmente el desafío es articular lo que quiere el curador con conservación, pero hay un equipo que más o menos fluye. Ahora había dos voces más que eran súper importantes, que era Carolina Arévalo, la curadora externa, y Sheila. Había mucha gente con la cual llegar a un acuerdo y eso fue un proceso más complejo que en el de otras exposiciones. Estamos contentos porque creo que logramos darles en el gusto a todos. Con los recursos, con el tiempo, con todas las dificultades que tuvo el proceso, y aun sin ellas, creo que está muy bien logrado. Estamos súper conformes.

¿Cómo a través del diseño se pueden potenciar y evidenciar los conceptos curatoriales de una exposición?

El diseño es fundamental. Sobre esta exposición se podrían hacer cien versiones distintas de cien diseñadores distintos, mejores o peores pero todas darían como resultado una manera de ver la obra de ella que es diferente. El trabajo del diseñador, si bien tiende a «desaparecer», es súper relevante a la hora de mostrar los elementos. Hay ciertas características de las piezas que a uno le hablan y hacen que se proponga un modo de exponer, que luego tiene que ser validado por el curador, pero uno hace sus aportes de cómo tiene que enfrentarse el público a las colecciones. Cada proyecto de diseño de espacios expositivos es un universo propio y uno tiene que saber caer en el lugar adecuado.

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¿Cuántas personas estuvieron involucradas en este proyecto?

Yo era la cabeza del equipo y diseñé la muestra. Después estaban las diseñadoras Camila Zamora y Silvana Quest, que eran mis manos derechas que se encargaban de la gestión y del control de fabricación. En el taller estaban Héctor Cifuentes, Joseph Arteaga, José Miguel Aguero, David Zamorano y Yaney Salgado, el equipo de fabricación que son gente de primera, son maestros. Nada de lo que hacemos se logra sin el esfuerzo de ellos. Hay más gente de la oficina, todos súper buenos, algunos no estuvieron tan involucrados directamente pero siempre todo el mundo participa, colabora. Hay un trabajo muy horizontal, todos tienen posibilidad de hablar y dar su opinión. Tratamos de sacarle partido a las habilidades de cada uno.

Cuéntame más sobre NOT.

Este año cumplimos una década. Somos tres fundadores: Lorenzo Fuentes, Daniel Ortiz y yo. En Chile hay muy buenos diseñadores de exposiciones, pero lo que nos diferencia es nuestro taller de fabricación incorporado. Tenemos mucho control sobre lo que diseñamos y producimos y muy poca distancia entre lo que mostramos como proyecto y lo que vamos a lograr: sabemos exactamente qué estamos buscando porque se diseña y se va prototipado de inmediato. Somos diseñadores con máquinas. Nos dedicamos principalmente a trabajos de museografía, hemos trabajado para casi todos los museos de Chile. Hacemos un poco de todo porque somos bien busquillas e inquietos. A veces nos toca hacer cosas más clásicas como esto, restringidas al ámbito arquitectónico puro y duro, pero también hacemos cosas muy tecnificadas. Cada proyecto es un nuevo desafío.


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Entrevista a Antonia Peón-Veiga, iluminadora de Reencuentro

En Reencuentro hay un cuidado trabajo de iluminación en cada una de las piezas, por un lado los tejidos precolombinos y la obra de Sheila con sus propias restricciones. ¿Cómo fue involucrarse con ambas materialidades?

Esta exposición tiene un desafío técnico bien grande, tanto por los niveles de iluminación que requieren los dos tipos de piezas como también por el colorido, la materialidad, las texturas, cómo le llega la luz a cada una de las piezas. Hicimos un pre montaje de iluminación y después, cuando llegó la obra, Sheila se involucró bastante, estuvimos un día entero recorriendo la exposición entera y revisando. Ella se sentaba, miraba de lejos y me iba haciendo correcciones y críticas. Sheila tiene el ojo de la experiencia, es muy asertiva, me hizo ver cosas que no había visto y fue muy bonito tenerla como maestra, mostrándome cosas que quería que estuvieran de otra forma o como yo había iluminado una pieza de cierta manera y ella quería acentuar otro punto u otra materialidad. En ese sentido fue muy técnico pero también muy sensible. Quedamos conformes, creo que se ve impecable y el colorido de las obras resalta mucho.

¿Cuál fue en trabajo en particular con las vitrinas de las piezas precolombinas?

Las vitrinas de las piezas precolombinas las trabajamos antes con Ema en su taller. La dificultad era que había varias piezas pequeñas y no queríamos llenar la vitrina de focos o manchas de luces. Allí utilizamos unos equipos de iluminación que se llaman bañador de muro y tiran luz muy pareja y muy abierta. También tienen la gracia de que no deslumbran tanto, porque la vitrina se ve desde ambos costados y tampoco podíamos poner algo en que llegara la luz directa.  Logramos una luz homogénea que permite ver todos los trabajos con una iluminación pareja y con el control de la intensidad lumínica al nivel que requerían, que son 50 lux máximo. Eso era lo que queríamos lograr, que estuviera bastante pareja la luz sin llenar de focos por toda la vitrina.

Entrevistas por Oriana Miranda
Fotografías por Julián Ortiz