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La voz de los piojos

Alejandra Perotti es una de las pocas acarólogas en el mundo. En su laboratorio en el Reino Unido, la bióloga argentina ha pasado los últimos 20 años de su vida estudiando insectos, ácaros y piojos. Esto la trajo al Museo Precolombino, donde se ha dedicado a la minuciosa búsqueda de piojos y liendres en sombreros y textiles milenarios, cuyo ADN le permitirá descubrir información relevante sobre sus portadores, los humanos que habitaban América.

A través de la extracción del ADN del piojo, Alejandra recupera también el del humano que lo hospeda, lo que le permite caracterizarlo genéticamente. “Lo bonito de este proyecto es que te permite informarte de la historia de estas personas: cómo migraban, dónde se ubicaban, hace cuántos años existía su cultura, todo esto se puede estimar a través del ADN ancestral que se obtiene de los piojos”, explica.

¿Qué buscas averiguar sobre los antiguos habitantes de América?

El Cono Sur es muy interesante porque no se sabe bien cómo ocurrieron las migraciones de los humanos más tempranos ni cuándo llegaron, ¿hace ocho mil años, hace veinte mil años?, hay un debate en general. Se sabe que entraron a América del Norte por Bering y aparentemente hubo una migración por la costa Pacífica, con lo que en mil o dos mil años llegaron al sur de Sudamérica en Tierra del Fuego. O sea, fue bastante rápido. Lo que me interesa no es solamente entender cómo se movían sino además saber si hubo contacto con polinesios, sobre todo por la costa del Pacífico en Sudamérica. Eso se puede saber a través de los piojos, ya que algunos polinesios tienen una especie determinada de piojos asociada a ciertas poblaciones indígenas. Por eso es importante recurrir a muestras ancestrales de cuando todavía existían los grupos étnicos originales, mucho tiempo antes de la llegada de los colonizadores.

¿Por qué decidiste venir al Museo Precolombino?

Es la segunda vez que vengo y probablemente lo haga una tercera. El Museo Precolombino tiene una amplia sección de textiles y, para mi trabajo, lo más importante es el acceso a material que contenga piojos. Los humanos y todos los animales llevamos los piojos puestos, hay una asociación entre los piojos y la ropa y sombreros que vestimos. Las liendres, que no se despegan fácilmente, están frecuentemente añadidas al textil. Además, el cabello humano se utilizó en el pasado, estoy estudiando sombreros que están hechos con ese material. La gente del museo ha sido extremadamente amable, lo que finalmente publique sobre esta investigación será en colaboración con las personas con las que trabajé aquí.

¿En qué ha consistido tu trabajo en el Museo?

En el Museo Precolombino pude chequear las momias chinchorro, las cabezas de jíbaro y los sombreros de las culturas Chimú y Nasca, entre otros, para sacar piojos o liendres. Después, con métodos de secuenciamiento muy modernos, puedo obtener el ADN del piojo y del humano y compararlo con bases de datos de estudios previos. Muchas veces las piezas están datadas por asociación cultural o con métodos modernos de fluorescencia o carbono. Sin embargo, cada cultura tiene marcadores genéticos determinados, por lo que al caracterizar a las personas genéticamente a través de su ADN puedes estimar con mayor precisión su edad, su circunstancia de entierro, de muerte y saber si hubo contacto con polinesios o no. Además, los insectos que se quedan en los textiles te permiten asociar a lugares, saber dónde estaba viviendo esa gente y cómo se desplazaba. Esto es de gran interés para un Museo como este, en que la mayoría de los objetos son de colecciones privadas y no se sabe con certeza de dónde provienen.

Además del ADN ancestral, ¿en qué otros proyectos estás trabajando? ¿Qué otra información es posible obtener de ácaros y piojos?

En este momento tengo proyectos en evolución en ecología y taxonomía, me interesa mucho el tema de evolución de los piojos y evolución humana y he hecho algunas cosas interesantes en antrópodos en general. Con los ácaros, estoy desarrollando la disciplina de la acarología forense, en la que trabajo con policías de todo el mundo que me traen casos cerrados, antiguos, casos que no se pudieron resolver pero en los que fueron encontrados ácaros. Cuando trabajas en cualquier escena del crimen necesitas, primero que nada, sea un ácaro o un insecto, identificarlo correctamente. Porque lo que te dice lo que ocurrió ahí, el testigo, es ese organismo, que te va a explicar lo que ocurrió si sabes interpretar la biología. Lo que yo siempre le digo a la policía al enviarles el reporte de las muestras es: «esto es lo que los ácaros dicen». No es lo que yo digo, son los ácaros los que están hablando. Cada especie tiene su biología y si no la identificas correctamente no llegas a nada y una persona inocente puede terminar en la cárcel o un culpable suelto en la calle, todo porque el perito identificó mal el organismo. Es muy delicado y requiere extremo conocimiento de la taxonomía del grupo con el que trabajas. Lamentablemente este conocimiento se está perdiendo, porque en Europa y en Estados Unidos los acarólogos están desapareciendo. Actualmente soy el único laboratorio en todo el Reino Unido que forma profesionales en taxonomía de ácaros.

¿Por qué crees que hay tan pocos acarólogos en el mundo?

Porque a nivel mundial la taxonomía, que sería la clasificación de los organismos, en los últimos 30 o 40 años se desestimó totalmente. Se le dio prioridad a los proyectos de investigación que apuntan a estudiar genética o ecología. Así se destruyó la base de la pirámide: si destruyes la taxonomía destruyes la pirámide de la biología. 

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Entrevista y fotos: Oriana Miranda