El culto fue fundamental en los mayas, ya que concebían el mundo terrenal y sobrenatural, inferior o de tinieblas y superior o celestial, como una unidad en que seres humanos, deidades, animales y vegetales, estaban estrechamente ligados por el destino desde su nacimiento. Es por ello que acudían a los grandes centros cívico–religiosos en busca del horóscopo y ofrendaban sangre de las yemas de sus dedos, de los lóbulos de las orejas o de la lengua, la que era depositada en los altares erigidos frente a las estelas. El panteón era amplio, destacando el dios creador Hunab – Ku y el Dios de la Noche que habitaba el inframundo Ah Puch . Además, veneraban al Sol, la Luna, Venus y otros cuerpos celestes y fenómenos como la lluvia, cuyo representante es Chaac . Por otra parte, existían dioses tutelares de los distintos grupos sociales y especialistas, como Kukulcán , la Serpiente Emplumada, asociada a la clase dirigente y Ek Chua , vinculado con los comerciantes y productores de cacao. Al morir, el individuo podía, dependiendo de sus meritos, ir a descansar eternamente en alguno de los cielos, bajo la frondosa sombra de la Ceiba , o bien, padecer permanentemente los tormentos del hambre y el frío en el oscuro inframundo. Si era campesino, se le enterraba en los alrededores de la choza donde había fallecido; si era noble, se le incineraba y sus cenizas eran depositadas en urnas, dentro de bóvedas subterráneas. Si era un gobernante se le construía un templo piramidal como sepultura.