Curaduría

Arqueología del sistema vial de los Inkas en el Alto Loa, Región de Antofagasta

Investigador Responsable
José Berenguer R.
Coinvestigadores
Iván Cáceres R., Mauricio Uribe R., Cecilia Sanhueza

Proyecto Fondecyt Nº1010327

Informe Final
15 de abril de 2005

Objetivo 1: Recuperar información sobre la traza del camino inkaico en el Alto Loa, influencia de las condiciones ambientales y topográficas en su trazado, tipos de construcción vial, tipos de marcadores de rutas, ubicación, características y espaciamiento de las instalaciones a lo largo del camino y tipo de tráfico o flujo a través de la arteria.

Desde MI-2 en Miño (536023 E / 7659621 N) hasta RP-30 en Lasana (532988 E / 7644320 N), nuestra prospección en el valle del Alto Loa cubrió 125,07 km lineales, con un desnivel de ~1% (3932 a 2677 msnm), registrándose 285 puntos de interés, incluyendo: 9 tramos irregularmente espaciados, 194 segmentos de camino inka de visibilidad variable (ancho promedio 4 m); 13 cuestas; 63 marcadores camineros; dos pórticos; y 36 asentamientos laterales al camino, 9 de los cuales son de afiliación inka y fueron topografiados. Estos resultados aportan a este Objetivo en cinco amplios aspectos: (1) comprobamos sobre el terreno la existencia del camino inkaico (tantas veces referido en diversas fuentes, pero nunca investigado en forma sistemática), en el curso de cuya tarea establecimos y mapeamos detalladamente su derrotero, precisando en algunos casos lo señalado en la literatura y corrigiéndolo en otros. Además, comprobamos la existencia de dos desvíos (a Bajada del Toro y al Pukara de Lasana) e hipotetizamos un tercero (al Cerro Cirahue). (2) Describimos en detalle las características constructivas de la arteria y las cotejamos con las de otros trayectos del desierto, incluso excavamos con este fin cuatro secciones del camino. (3) Discutimos los determinantes topográficos del trazado del camino, procurando explicar por qué razones corre por donde lo hace. (4) Analizamos factores post-depositacionales naturales que influyen en su preservación y, en último término, en su visibilidad a ojo de prospector. (5) Describimos, clasificamos y evaluamos críticamente la pertenencia al Inkañan de diferentes clases de sitios y rasgos localizados a su vera, incluyendo recintos y marcadores camineros. (6) Establecimos que, de norte a sur, las distancias que separan a cada instalación, incluyendo el Pukara de Lasana, son: 16,06 – 8,01 – 22,93 – 11,73 – 10,15 – 7,78 – 11,5 – 17,93 – 17,53 km.

Hipótesis 1 : El camino del Alto Loa es un eslabón del “Camino Real de la Costa”
Esta hipótesis la damos por comprobada con reservas. Es cierto que la proyección más lógica del camino del Alto Loa hacia el norte debiera empalmar con los segmentos identificados por Santoro (1982) y, quizás, con los reportados por Núñez (1965) en la Región de Tarapacá y hacia el sur, con los segmentos prospectados por Hyslop (1984), Iribarren y Bergholz (1971) y Niemeyer y Rivera (1983) en el “Despoblado de Atacama”, que parecen corresponder al Camino Real de la Costa. Es cierto también que hasta ahora no existen antecedentes publicados de un camino inka longitudinal al oeste de la Cordillera del Medio. Es igualmente cierto que en recursos hídricos, el Alto Loa está lejos mejor dotado que sectores de latitud equivalente en el desierto de Atacama, dato no irrelevante para la logística del tráfico. Finalmente, es cierto que el patrón de hallazgo de cerámicas inka o imperial en el camino del Alto Loa se ajusta al encontrado por Hyslop (1984) y Niemeyer y Rivera (1983) en el camino del “Despoblado” y difiere del reportado hasta la fecha en el camino del Alto Salado (Varela 1999: 64, 69, 70). Nuestras reservas obedecen a que todavía no se puede descartar que una troncal inkaica haya discurrido por el desierto central; en todo caso, localizarla escapaba a los Objetivos de este proyecto. Por otra parte, considérese que en Ujina Le Paige (1958; cf. Mostny 1949) reporta una bifurcación del camino inka, con una arteria que se dirige al sur por el Alto Loa y otra que lo hace más al este, por los salares de Carcote o San Martín y Ascotán, presentando al sur nuevas bifurcaciones. O sea, los inkas pueden haber tenido tres o más caminos longitudinales de acceso por el norte al territorio atacameño (además, por supuesto de varios caminos transversales o diagonales). De ahí que, ahora, la noción de un único “camino longitudinal de la costa” nos parezca -por el momento- más una mistificación derivada de las fuentes documentales, que una realidad. Para usar términos de navegación electrónica: el Inkañan en la Región de Antofagasta y eventualmente en varias otras partes, pareciera organizarse o articularse de manera “hipertextual”, con “links” para múltiples lados.

Objetivo 2: Establecer una “línea temporal base” para la época de dominio efectivo y planificado del corredor del Alto Loa por el Imperio Inka, precisando la fecha de construcción del camino inkaico.

Hyslop (1984) propuso una secuencia del tráfico inkaico que reflejaría el grado de poder del Tawantinsuyu en una región: (1) primero llegaban soldados y diplomáticos, quizás a través de senderos locales, ya que los caminos inkaicos todavía no habían sido construidos; (2) en seguida arribaban arquitectos, ingenieros de caminos y funcionarios de frontera, y se introducía el sistema de mita; (3) luego se enviaban mitmaq desde y hacia el área; (4) finalmente se establecía el flujo más normalizado de bienes, burócratas y soldados, algunos destinados a áreas más lejanas. Dado que la segunda etapa corresponde a la construcción de la red vial, propusimos que una batería de dataciones de la arteria en el Alto Loa podría servir para segregar una fase de conquista o de “anexión en proceso” (Etapa 1), de otra fase de “anexión ya consumada” (etapas 2, 3 y 4), como también, un “piso cronológico” para este proceso, contribuyendo de este modo a subdividir el período en unidades cronológicas más finas.

Obtuvimos 45 dataciones (31 fechas TL y 14 fechas C14), en 9 sitios asociados al camino inka (Tabla 1): MI-I y MI-2 (Kona Kona 1 y 2, Tramo 1), DE-1 (Desencuentro, Tramo 4), NA-7 (Lequena Viejo, Tramo 5), CG-9 y SBa-518 (Bajada del Toro, Tramo 6), SBa-162 (Cerro Colorado 1, Tramo 7) y LR-1 y LR-2 (Inkaguasi, Tramo 9). Considerando los sesgos advertidos en las dataciones TL, optamos por manejarlas críticamente al evaluar la cronología de los sitios individuales, por ejemplo, contrastándolas con cerámicas de edad conocida. Sin embargo, decidimos eliminarlas de la discusión del Objetivo 2, concentrándonos en las dataciones C14. El intervalo de 1414 – 1444 DC, sobre fechas C14 calibradas en forma combinada (probabilidad 95%), es sin duda demasiado temprano para reflejar todo el lapso de ocupación inkaica del valle. Esta antigüedad puede deberse a que las muestras fechadas proceden de capas profundas y pueden no estar datando los eventos más recientes del Horizonte Tardío en los sitios. Sin embargo, dado que dicho intervalo fecha las ocupaciones de sitios directamente asociados o laterales al camino, permite comprobar que la construcción de la arteria (Etapa 1 de Hyslop) ocurrió temprano en las primeras décadas del siglo xv. De hecho, en su análisis estadístico de la cronología radiocarbónica del Estado Inka, Adamska y Michczynski (1996) fijan este mismo rango de fechas como el comienzo de la fase imperial. De paso, esto implica que la Etapa 1 fue anterior a 1414 DC, ocurriendo muy probablemente en los últimos decenios del siglo XIV, y que las etapas 3 y 4 tuvieron lugar con ulterioridad a 1440 DC.

Hipótesis 2: La construcción del camino inka del Alto Loa y, por lo tanto, la anexión de este valle al régimen inkaico, ocurrieron temprano en las primeras décadas del siglo xv.
Esta hipótesis resultó confirmada. Si Hyslop está en lo cierto cuando dice que la construcción del camino señala la Etapa 2 en el grado de poder del Tawantinsuyu en una región, podríamos concluir que el intervalo 1414 – 1444 DC, constituye -más que una “línea”- una “franja” temporal base para la fase de “anexión ya consumada” del valle al Imperio Inka. Este resultado se suma a muchos otros en el Kollasuyu que ponen en tela de juicio la “cronología corta” de Rowe para la fase imperial inka (1470-1535 DC).

Objetivo 3: Establecer cuáles senderos preexistentes fueron integrados a la red vial inkaica, cuáles se abandonaron y cuáles siguieron en uso por la población nativa de la región.

Al igual que el “Despoblado de Atacama” (cf. Niemeyer & Rivera 1983: 155), la ruta o derrota general seguida por el Inkañan en el Alto Loa no era prístina; había sido intensamente traficada antes. El camino en sí es de construcción netamente inka; no hay duda de ello. Lo demuestran la arquitectura a su vera y el hallazgo de cerámicas del Horizonte Tardío (TRP, TRN, LCE, LCP, INK, DIA, SAX, YAV). Pero el hallazgo en la ruta (aunque no siempre en el camino propiamente tal) de cerámicas de los períodos Formativo (LMS, VAQ, NPC) y Desarrollos Regionales (DUP, AYQ, TGA, TRA, TRB, TRP, TRR, CHC, CHP, HED, PCH), indica que ésta fue transitada desde al menos 500 DC. Varios senderos y paraderos de caravanas apoyan esta conclusión. Por lo tanto, el Inkañan se planificó y construyó aquí sobre una ruta de tráfico preexistente (cf. Hyslop 1992: 133; Mostny 1949: 182; Nielsen 1997: 357, Tabla 2), a veces adoptando, racionalizando y formalizando antiguos senderos caravaneros y en otras, siguiendo nuevos derroteros. Además, el camino en sí, fue transitado después del Tawantinsuyu, como lo demuestran las remodelaciones de instalaciones inkaicas laterales al camino (LR-1, CG-9 y CH-1), así como el hallazgo de cerámicas TCA y SRB, y de loza, vidrio y otros artefactos post Contacto.

Hipótesis 3: Este camino inka hizo uso parcial de las redes de rutas caravaneras preinkaicas, muchas de las cuales, sin embargo, siguieron empleándose para un tráfico más regional durante los períodos Tardío, Colonial y Republicano.
Estimamos demostrada esta hipótesis, pero con ciertas modificaciones. En primer lugar, el camino siguió el mismo derrotero general de las rutas caravaneras precedentes, pero (queremos ser claros en esto), no siempre siguió el trazado específico de los senderos troperos. Hay muchos segmentos y tramos de la ruta del Alto Loa en que ambos tipos de vías discurrieron por lugares diferentes, de manera que en ese sentido sí hubo uso “parcial”. En segundo lugar, es claro que el tráfico por la “ruta” (como concepto abstracto) y por el camino inka (como concepto concreto), continuó en tiempos históricos, pero no fue puramente regional, sino también interregional.

Objetivo 4: Someter a prueba el planteamiento de que en zonas de baja densidad demográfica local, como el Alto Loa, la impronta material inka debiera ser estilísticamente “más pura” que en zonas más densamente pobladas.

Este planteamiento de Nielsen (1997) y Hyslop (1084) fue sometido a prueba con dos indicadores: arquitectura y cerámica. La arquitectura fue analizada por nuestro memorista Carlos González G., donde se demuestra la presencia en el área de asentamientos estilística, constructiva y organizacionalmente inkaicos, pero que -en esencia- no difieren de otros conocidos para áreas más densamente pobladas de la región (p.e., Alto Salado, San Pedro de Atacama). Empero, no hay situaciones híbridas, como Turi y Caspana o complejas como Catarpe Este vs. Carpe Oeste; la inmensa mayoría de estos sitios son arquitectónicamente inkaicos en su totalidad y sólo fueron remodelados con ulterioridad al contacto europeo. El patrón de hallazgo de cerámica inka imperial en el Alto Loa (también SAX y DIA), en tanto, se ajusta al encontrado por Hyslop (1984) y Niemeyer y Rivera (1983) en el “Despoblado de Atacama” y difiere del reportado en los ramales del Alto Salado (ver Varela 1999: 64, 69, 70). De hecho, en los sitios SBa-162 y MI-2 existen los porcentajes de cerámica Inka Cuzco Policromo más altos de la región (9-12%).

Hipótesis 4: Por atravesar áreas de baja densidad poblacional, este camino contiene una relativamente más “pura” información material sobre los inkas, con menos complicaciones interculturales que en zonas de ocupación local más densa.
Esta hipótesis resultó confirmada. El caso del Alto Loa ratifica que en territorios “internodales” (sensu Propuesta Original) o con “espacios vacíos” la impronta material inka es estilísticamente “más pura” o con menos mezclas que en zonas más densamente pobladas.

Objetivo 5: Dilucidar si efectivamente hubo estilos de arte rupestre propiamente inkaicos o relacionados de alguna manera con la presencia inka en el Alto Loa.

Al igual que en los 12 tramos de caminos reportados por Hyslop entre Ecuador y Chile, constatamos una total ausencia de arte rupestre en los 125 km de camino inka del Alto Loa. Concluimos, por lo tanto, que los grabados y pinturas sobre roca no fueron un ingrediente de la vialidad inkaica propiamente tal y que la controversia acerca de si en realidad hubo un arte rupestre propiamente inkaico en la región, al menos debiera excluir al Inkañan de la discusión. Esta constatación nos llevó a extender la búsqueda a zonas más distante del camino, no obstante, físicamente vinculadas con él. El único asentamiento con arte rupestre (estilo Santa Bárbara I) que satisfizo esta condición, fue SBa-518, ubicado cerca del Tramo 6. La vinculación de este sitio “paralateral” con el Inkañan,es un ramal de 1 km de largo que lo une con CG-9, un asentamiento inka situado a la vera de la troncal. La segregación de grupos (A, B, C, D y E) al interior del estilo Santa Bárbara I y la exploración de su dinámica a lo largo del tiempo, permitió trazar trayectorias de cambio en la figuración del “camélido esquemático”, ensayar distintas secuencias de estos grupos y evaluar su congruencia con la historia ocupacional del sitio, que se extiende al menos de los Desarrollos Regionales al período post Contacto. Concluimos que A es el grupo “alfa”, a partir del cual se originan los otros grupos en el sitio. Este grupo no se extingue a medio camino de este proceso, sino que se mantiene vigente desde los Desarrollos Regionales hasta bien entrado el Horizonte Tardío (A’). A’, C, y D2, en cambio, son los grupos que con mayor probabilidad pueden asignarse al Horizonte Tardío en SBa-518. Pero no es que se trate de actividad rupestre propiamente inkaica o “emblemática” del Inka, sino de sub-estilos locales que serían parcial (en el caso de AàA’) o totalmente (en los casos de C y D2) contemporáneos con el Tawantinsuyu en la región. O sea, no obstante sus relaciones con los inkas, los habitantes locales del sitio siguieron produciendo arte rupestre durante el Horizonte Tardío, como lo habían venido haciendo sus antepasados preinkaicos desde mucho antes y, como, aparentemente, continuaron haciéndolo sus sucesores después del contacto con los españoles.

Hipótesis 5: Por atravesar áreas de baja densidad poblacional, donde el camino contiene una relativamente más “pura” información material sobre los inkas, si hubo un arte rupestre integralmente asociado a la vialidad inkaica, el Alto Loa es un área ideal para producir evidencias a este respecto.
La investigación de esta hipótesis abierta demostró que, a pesar de lo ideal del área para brindar material inkas “puros” y también pese a que ésta es excepcionalmente rica en petroglifos y pictografías, no hay ni un solo sitio de arte rupestre integral o directamente asociado con la vialidad inkaica. Quizás, lo que ha entrampado a los investigadores que han abordado el tema en la región, es que han focalizado su búsqueda en identificar un arte rupestre estrictamente inkaico, cuando es probable que nunca haya existido tal cosa.

Objetivo 6: Recuperar información detallada acerca de la naturaleza y alcances de las actividades que se realizaban en los tampu y chaskiwasis del Alto Loa.

El tamaño, complejidad, localización y contextos de las instalaciones inkaicas asociadas al camino inka, permitieron construir un Modelo de Sitios Laterales (MSL) con tres niveles jerárquicos: sitios primarios, destinados a actividades administrativas; sitios secundarios (los más cercanos al concepto de tampu), consagrados a alojamiento, abastecimiento, corral y control del movimiento; y sitios terciarios (los más cercanos al concepto de chaskiwasi), orientados a proveer refugio a viajeros individuales (estructuras aisladas). En el Alto Loa operaron dos sistemas con el MSL: un Sistema Meridional (Desencuentro-Lasana) y otro Septentrional (Miño-Chela Inga). El Sistema Meridional tiene a SBa-162 (kancha, ushnu, bodegas) como sitio primario; a DE-1, CG-9 y LR-1 como sitios secundarios; y a RP-19 como sitio terciario. El Sistema Septentrional tiene al complejo MI-1/I-2 (kancha, kallankas, bodegas) como sitio primario; a CH-1 como sitio secundario; y a RE-5 como sitio terciario. La separación entre ambos sistemas ocurre entre CH-1 y DE-1 (Tramo 3), que es el más desolado y el más largo (22,93 km sin unidades de recintos).

Hipótesis 6_: La ruta del Alto Loa debiera arrojar la primera secuencia completa en los Andes de tampus y chaskiwasis a lo largo de un trayecto de camino inka, brindando una inédita información combinada sobre características formales y espaciamiento de ambas clases de estructuras, así como acerca de los alcances y naturaleza de las actividades que se realizaban allí.
Esta hipótesis resultó virtualmente demostrada. Una secuencia de nueve asentamientos inkaicos seguros y uno probable (SBa-109) en 125 km, da un promedio de uno cada 12 km. Todos, salvo RE-5 (Esquiña), que es muy pequeño, podrían acomodarse a la definición de tampu que entregan las fuentes documentales, con la debida consideración de lo que debió ser este tipo de asentamiento en el desierto. La exclusión de RE-5 eleva el promedio a un tampu cada 13 km y a uno cada 18 km, si descontamos a SBa-109, que es dudoso. En la realidad, sin embargo, el espaciamiento es sumamente irregular (ver Resultados de Objetivo 1). Es evidente, por lo tanto, que el determinante de la localización de estos sitios no fue únicamente la “jornada” de viaje. De hecho, hay sitios que distan de 8 a 11 km entre sí. Además, MI-1/MI-2 y SBa-162 fueron mucho más grandes y complejos que el resto, lo que introduce factores de otra índole en la decisión de emplazamiento. En cuanto a las chaskiwasis, sólo RE-5 (entre Miño y Chela Inga) y RP-19 (entre Inkaguasi y Lasana o Chiuchiu) son lo suficientemente pequeños y simples como para calzar con las descripciones que ofrecen los cronistas, también teniendo en cuenta lo que debe haber sido esta clase de sitios en el desierto.

Objetivo7: Investigar las relaciones históricas y funcionales que existieron entre los estancieros del Alto Loa y el tráfico inkaico por este corredor.

En el Sistema Meridional, algunas instalaciones inkaicas parecen haber estado funcionalmente vinculadas con sitios locales preexistentes. El caso investigado fue el sitio “paralateral” o “paravecinal” y con arte rupestre SBa-518. Se trata de un asentamiento agro-pastoril de intensa ocupación y profunda raigambre en el Período de Desarrollos Regionales, pero que, poco antes o poco después de construirse el camino inka, pasa a convertirse en un asentamiento-satélite de CG-9. Es decir, en un sitio al servicio de esa instalación, donde se producían, preparaban, consumían y almacenaban alimentos probablemente para individuos, funcionarios o grupos en misión oficial que hacían la ruta del Alto Loa. De seguro, a esta relación de servidumbre se deben las “anomalías” de SBa-518 cuando se le coteja con otros caseríos cercanos. Por ejemplo, su cantidad de recintos, demasiado alta para los estándares locales; la modificación de la estructura social y demográfica del asentamiento original, que pasó de un pequeño caserío unifamiliar a una pequeña aldea plurifamiliar; la insólita abundancia de instrumentos de molienda, mediante los cuales se procesaban diversos materiales duros; la gran cantidad de basuras; el “patio”, un espacio comunal no visto antes en los caseríos del valle; y tal vez, la construcción de un par de recintos con mampostería algo más elaborada que la corriente en el área. Estas conclusiones podrían generalizarse parcialmente al caserío SBa-41 -y, eventualmente, a los caseríos SBa-103 y SBa-119- respecto de la gran instalación inkaica SBa-162.

Hipótesis 7: Los estancieros de algunos caseríos locales del Alto Loa fueron reclutados por los inkas para servir como mitayoq de la instalación inkaica más cercana.
Las relaciones documentadas entre los sitios SBa-518 y CG-9, demuestran la validez de esta hipótesis. Tales interconexiones, así como la importante presencia de cerámicas nativas de la región tanto en la arteria como en sus sitios laterales (incluyendo el tipo Inka Local), llevan a concluir que la participación de la pequeña población local en las operaciones inkaicas fue mucho más activa y directa de lo que suponíamos. La política inkaica en el valle parece haber sido explotar la mano de obra nativa en cada vega, tierra cultivable, zona de caza, áreas de recolección, etc., por muy pocos que fuesen los estancieros y por muy modestos que fuesen los recursos que ellos procuraran. Empero, el grueso de la fuerza de trabajo y de la producción debe haber provenido de oasis más grandes como Lasana y Chiuchiu. Por eso nos preguntamos si no será estéril a estas alturas seguir discutiendo si el control inka en la región fue indirecto (Llagostera 1976; Salazar 2002; Uribe & Carrasco 1999) o directo (Núñez 1999; Uribe & Carrasco 1999). En esta etapa de la investigación regional, pareciera más productivo concentrarse en dilucidar los medios empleados por las autoridades inkaicas para obtener la participación de esta mano de obra local en los proyectos estatales.

Objetivo 8: Identificar y documentar conexiones del camino inka del Alto Loa con yacimientos cupríferos, a objeto de conocer las características de una infraestructura vial especializada en el transporte de minerales.

El trazado específico del eje vial inkaico en el Alto Loa parece haber ido haciendo un compromiso entre la distancia a los yacimientos cupríferos y la distancia a los recursos del valle, estos últimos no sólo vitales para cubrir extensas fajas desérticas, sino también para sustentar a los contingentes mineros (AR-5/Anexo 3). Inesperadamente, no encontramos ningún desprendimiento o ramal del camino que condujera a esos yacimientos. Por desgracia, el área situada entre el camino (Tramo 8) y Conchi Viejo y El Abra, resultó imposible de prospectar, debido a zonas con explosivos que no han sido rastreadas y a restricciones de acceso al actual Mineral El Abra. No obstante, Diego Salazar tuvo la generosidad de mostrarnos los sitios que está investigando y de acompañarnos en una inspección desde Santa Bárbara hasta las cercanías de Conchi Viejo, donde sólo avistamos huellas del tipo “rastrillados”. Según este colega, los inkas no se molestaron en construir una infraestructura vial como la del eje troncal para conectar con los yacimientos, conformándose con simples huellas troperas. Una ratificación de esta impresión la tuvimos en Miño, cuando buscábamos una conexión entre el camino inka (Tramo 1) y la mina de cobre de Conacona. Pese a que recorrimos intensamente el área, no encontramos ramales con las características constructivas y de planificación que exhibe la troncal; sólo huellas troperas. Sin embargo, en la boca de la quebrada que conduce al yacimiento, localizamos el sitio MI-19, un pequeño asentamiento inkaico con una serie de bases de estructuras circulares y al frente, sobre la ceja del cañón, un sitio de fundición de mineral de cobre, incluyendo restos de huayras (MI-20). Escorias como las halladas en este último sitio, fueron encontradas también en la vecina instalación inkaica de Kona Kona 2 (MI-2). Si bien se necesitaría una investigación más profunda para confirmar la articulación y entender el funcionamiento de estos sitios, suponemos que el mineral extraído en Conacona era molido y seleccionado en el lugar, acopiado en MI-19, fundido en elevaciones azotadas por el viento, como MI-20, y transportado en lingotes, quizás para ser almacenados en las bodegas de MI-1/MI-2 o llevados directamente hacia otros puntos. SBa-162 (Tramo 7), puede haber servido funciones similares a MI-1/MI-2 en la cadena de transporte de la producción de Conchi Viejo y San José del Abra.

Hipótesis 8: La principal función del camino inka del Alto Loa fue el acceso a los yacimientos cupríferos de Conchi y Chuquicamata y operar como vía de transporte de estos minerales.
El alineamiento del Inkañan en el Alto con los ricos yacimientos de cobre de la Cordillera del Medio, así como el carácter especializado de MI-19 y MI-20, favorecen fuertemente esta hipótesis. La motivación inkaica fue minera, ya sea orientada a la metalurgia (Núñez 1999), a la lapidaria (Salazar 2002) o a ambas cosas. En cambio la agricultura, el pastoreo, la caza y la recolección, fueron actividades de subsistencia local, pero también de apoyo a los contingentes mineros, funcionarios, caravaneros y viajeros. En este sentido, puede concluirse que la vía troncal, desvíos y huellas troperas informales sirvieron necesidades de comunicación, transporte y apoyo logístico para la explotación inkaica de recursos mineros valiosos. En términos del MSL, el cuadro que surge es que el Sistema Septentrional estuvo relacionado con el vecino Distrito Minero de Collaguasi y el Sistema Meridional con el cercano Distrito Minero de Conchi Viejo/El Abra. En este contexto, los sitios primarios habrían operado como verdaderas plataformas político-administrativas, donde las autoridadades estatales agasajaban a mineros, agricultores y pastores para reciprocarprestaciones colectivas de trabajo al Estado (m’ita). La cerámica, así como las excavaciones de bodegas y otras estructuras, son consistentes con esta interpretación.

Objetivo 9: Determinar qué grupos culturales ajenos al valle estuvieron involucrados en las operaciones inkas en el área.
No se encontraron enterratorios que permitan abordar este punto con mayor rigurosidad. Y desde los fragmentos cerámicos únicamente, es difícil identificar poblaciones. Por ahora, sólo es posible visualizar cerámicas circulando por el camino, aunque con un alto valor y manejadas por individuos seguramente vinculados al Estado (cerámica Cuzco Policromo, como en MI-1/MI-2 y SBa-162) y a dominios provinciales (Yavi-La Paya hacia el sur del Alto Loa, núcleo atacameño y NOA; Saxamar o Inka Pacajes hacia el norte del Alto Loa y cerca del altiplano meridional). Por ejemplo, en el camino inka las reducidas evidencias de vasijas Diaguita (DIA), del Norte Chico de Chile, parecieran estar en directa relación con las funciones de presentar, servir y consumir alimentos, incluso en contextos “especiales”. Fueron usadas o almacenadas en los mismos asentamientos para su traslado y uso, de acuerdo con prácticas estatales de carácter ceremonial y político, en las que se emplearían estas piezas como ofrendas o “regalos” para generar o afianzar lazos con el Tawantinsuyo (Uribe 1996). Esto es comparable con la presencia de otras cerámicas y piezas exóticas (Uribe y Agüero 2003), como la alfarería Saxamar-Inka Pacajes del Altiplano Meridional, Yavi-La Paya del Noroeste Argentino e incluso Copiapó Negro sobre Rojo, que sugieren el uso de objetos especiales a modo de bienes suntuarios en esta categoría de sitios viales y otros vinculados con la explotación minera y agrícola local. En consecuencia, proponemos que la escasa, parcial y especial presencia de esta cerámica exótica, así como cierta popularidad de ejemplares Inka Local a lo largo del Inkañan del Alto Loa, no remiten necesariamente a poblaciones, tampoco al mayor grado de integración con sus centros de origen (p.e., en términos de dominio directo versus indirecto [sensu Llagostera 1976]); remiten más bien a la participación dentro de una compleja estructura sociopolítica, que representaría la suma de distintas funcionalidades y jerarquías desplegadas en los territorios conquistados (D’Altroy et al. 1994; Hyslop 1993[1986]; Lorandi et al. 1988), en este caso pertenecientes a la parte meridional del Imperio o Kollasuyu. Con todo, admitimos la posibilidad de que haya habido ingreso de poblaciones foráneas, al menos en un caso. Esta inferencia responde a ciertas modificaciones que se producen en las tradiciones cerámicas locales, en particular el cambio hacia las pastas con mica, que tienen un claro referente en la puna del Noroeste Argentino. Este cambio puede haber sido fomentado por poblaciones trasandinas que manejaban esa tecnología. Por lo demás, este proceso coincide con la tendencia que muestran las tradicionales cerámicas DUP y AYQ a desaparecer en el Horizonte Tardío.
Hipótesis 9: Los grupos foráneos no inkaicos involucrados en la explotación de estos yacimientos provenían, esencialmente, de regiones trasandinas.
Esta hipótesis fue refutada, pero con cierto matices. La cerámica exótica encontrada a lo largo de la arteria y sus sitios laterales, demuestra que hubo interacción con grupos culturales foráneos no inkaicos -al menos del Noroeste Argentino, del altiplano meridional de Bolivia, incluso de más al norte- pero no, necesariamente, que hubo ingreso de esas poblaciones al Alto Loa. Es más, la cerámica local o atacameña es abrumadoramente mayoritaria en todos los sitios inkaicos del valle, incluso en el más lejano y “fronterizo” Sistema Septentrional. Sin embargo, el cambio tecnológico notado en la cerámica local hacia las pastas con mica, sí sugiere el ingreso de contingentes de la puna jujeña. Con todo, es difícil que éstos hayan sido gravitantes en las faenas propiamente mineras, ya que la experiencia local en esa actividad era mayor y de muy larga data en Atacama (Núñez 1999). Adicionalmente, diríamos que la preponderancia de cerámica local e Inka Local en el valle, marca un fuerte contraste con el “patrón tarapaqueño”, no visualizándose situaciones de dominio inkaico mediado por centros trasandinos y menos por centros altiplánicos, como ocurriría en territorios más septentrionales del norte de Chile.

ARQUEOLOGIA DEL SISTEMA VIAL DE LOS INKAS EN EL ALTO LOA, II REGION DE CHILE

RECONOCIMIENTOS Colaboraron en este Proyecto las siguientes personas: Rolando Ajata (SIG), Constanza Aliaga (relevamiento de arte rupestre), Diego Artigas (análisis de arte rupestre), Julio César Avalos (análisis implementos de molienda), Carolina Belmar (arqueobotánica), José Blanco (excavaciones), Gloria Cabello (prospecciones, excavaciones, análisis de cerámica y de arte rupestre), Paulina Chávez (dibujos de cerámica), Luis Cornejo (análisis estadístico de fechas), Soledad Donoso (excavaciones y catalogación de materiales), Sylvia Dümmer (dibujos de arquitectura), Magdalena García (excavaciones), Carlos González (Memorista), Pedro Hernández (prospecciones y cartografía digital), Sebastián Ibacache (excavaciones), Rafael Labarca (análisis osteofaunístico), Patricio López (análisis osteofaunístico), José Luis Martínez (prospecciones en Lípez), César Méndez (análisis líticos), Sergio Morales (topografía), Axel Nielsen (prospecciones y excavaciones en Lípez), Eugenio Pavlovic (topografía), Luciana Quiroz (arqueobotánica), Álvaro Reyes (excavaciones), Alejandra Sejas (análisis de cerámica), Carole Sinclaire (excavaciones), Jimena Torres (excavaciones y catalogación de materiales), Malena Vásquez (excavaciones), Alejandra Vidal (excavaciones), Simón Urbina (análisis arquitectónico)y Gabriela Urízar (excavaciones). La Dirección de Obras Hidráulicas de Calama proporcionó hospedaje para el equipo en el Embalse de Conchi y la Empresa de Servicios Sanitarios de Antofagasta hizo lo mismo en la Captación Lequena. Estamos muy agradecidos de Luisa Huánuco y familia, quienes nos facilitaron dependencias de su estancia para guardar nuestros materiales de campo. Nos sentimos igualmente en deuda con los pastores Juan Galleguillos, Nicolás Aimani y Marino Gabriel, quienes compartieron generosamente con nosotros sus conocimientos sobre el área de estudio. Además, Marino y su esposa, Juana Chayapa, nos acogieron gentilmente en su estancia de Chela con motivo de nuestras expediciones.