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Pescadores de la quinta región llaman a cuidar el mar de la sobrexplotación y la contaminación

Pescadores de Chile Central, artículo del antropólogo Claudio Mercado en el libro El Mar de Chile, indaga en fragmentos de la memoria de los pescadores que actualmente tienen entre 50 y 85 años y que viven en la Quinta Región, en las caletas de Maitencillo, Horcón, Ventanas y Loncura.

Es un testimonio de cómo ha cambiado la realidad: la tecnología y la cantidad de recursos, las maneras de pescar y los conocimientos asociados a ellas y que en parte reproducimos aquí.
Hace cuarenta años, según la memoria de los pescadores, el Pacífico era un mar pródigo, lleno de recursos, donde muchas especies que hoy son consumidas eran despreciadas. Era tal la abundancia de peces que las reinetas –cuya carne es bastante apreciada actualmente– eran botadas y las jibias eran usadas para facilitar el deslizamiento de los botes en la arena.
En la década de 1960, comienza la explotación con tecnología, los buzos con aire comprimido, los trajes de goma, los motores, los botes de fibra, los lanchones, los barcos pesqueros, las redes, las avionetas, la industria pesquera y con ello, la contaminación.
A comienzos del siglo veintiuno vemos el resultado de la sobreexplotación y la contaminación del mar. Los pescadores tienen claro lo que ocurrió. Jaime, pescador de Maitencillo, cuenta:

La pesca era artesanal porque para ir por ejemplo de Maitencillo a Cachagua, de Maitencillo a Horcón, de Maitencillo a Zapallar, se iba a remo, no existían los motores. El buceo era a pulmón, a resuello que le llaman. Después se empezó ya a mecanizar todo y llegaron los motores, llegó el uso de escafandra, después la escafandra se modernizó y llegó el traje de neopreno. El buzo fue el depredador, eso lo tengo que decir porque yo fui uno de ellos, porque no había conciencia, desgraciadamente no había conciencia. Porque en el tiempo de nosotros, como te decía, los viejos no tenían la visión del más allá, que perdurara el producto en el tiempo. Era sacar, sacar y sacar y nosotros con esa mentalidad matamos lo que había, con esa mentalidad.

Y no solamente las machas, los locos; industrializaron el pescado, empezó la exportación y mató todo. Con los trajes de neopreno llegamos a las partes donde los buzos antiguamente no llegaban y estabas una semana [en un lugar] y volvías a la semana y volvías a sacar y había po’, había. Hoy día no, hoy día vas una vez y ya no vas hasta dentro del próximo año. Y es que se mató todo.

También están los efectos de la contaminación, que son evidentes. Como dice Alfonso, pescador de Ventanas:

Entonces calculamos nosotros que la contaminación de la empresa llegó hasta aquí a la costa y fueron pelando la roca, y al ir pelando la roca, no hay alga, y al no haber algas el loco no tiene qué comer. Así lo pensamos nosotros como pescadores. Vienen los gallos que mandan de la cuestión del Ministerio de Salud, hacen mediciones de agua, pero ellos dicen otra cosa. Ellos dicen que está todo bien. ¡Pero cómo va a estar todo bien, siendo que antes yo aquí, antiguamente cuando trabajaba yo de buzo aquí, ahí me sacaba quinientos, seiscientos locos así de grandes po’ iñor, que no cabían ni en la mano! ¡Vaya ahora un gallo a bucear pa’ allá, ¡no hay ni huiros po’ hijo!

Esto es algo que está en la mar, es la contaminación, los mismos barcos, estas empresas tan grandes que diariamente botan millones y millones de litros de residuos al mar po’ iñor. Durante tantos años se los lleva la corriente, corre la corriente, se los lleva y los vuelve y se va impregnando. Si todo este roquerío está pelado, está pelado igual que si hubiera pasado un gallo echando cemento a las piedras, a las rocas allá abajo. Ahora usted va a esa piedra, está igual que esta mesa, no hay nada, absolutamente nada, no hay ni algas en las piedras. Entonces, esto es cosa de algo que está en el mar, que viene contaminando el mar y que está pelando las rocas.