El juego político entre la expansión inkaica y la persistencia de lo local se manifestó en distintos ámbitos de la vida cotidiana y ceremonial, quedando muy claramente expresado en la producción local de vasijas de estilo Inka por parte de las distintas poblaciones de Chile anexadas al Tawantinsuyu. De la vajilla típicamente cuzqueña, compuesta por más de 10 tipos de vasijas, sólo cuatro tipos han sido encontrados con cierta frecuencia en Chile: makas, aisanas, chuas y manca. Estas fueron las formas de vasijas que se necesitaban para las ceremonias asociadas con la mita o tributo de trabajo por turnos en las provincias. En los tres primeros tipos se reprodujeron en términos generales las formas inkaicas, pero incorporando diseños tradicionales de cada cultura local. No ocurrió lo mismo con las mancas, ollas que no llevan decoración y que tampoco fueron muy comunes en la capital del imperio. Lo importante es que la relación política entre los grupos locales y el Estado se encarnaban en los artefactos que se utilizaban en los festines de las ceremonias de la mita.
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Aisana: Jarro con motivo de “clepsidra”. Cerámica. Inka, Perú. MLP, ML-026716.
Manca: Olla con pedestal. Cerámica. Inka, Perú. MLP.
Maka: Cántaro aríbalo con rombos y ajedrezados. Cerámica. Inka, Perú. MLP.
Estas vasijas cusqueñas sirven para enfatizar que las relaciones entre los inkas y sus súbditos eran mediadas a través de prestaciones de bebidas y comidas.
El aríbalo o maka, sirvió para transportar chicha de maíz, la olla con pedestal o manca se empleó para cocer los alimentos y el plato o chua se usó para servirlos. Este trío de recipientes constituyó la vajilla mínima a usar por cualquier grupo residente fuera del Cuzco que estuviese relacionado con el Tawantinsuyu. En Chile ocurre también la aisana, un tipo de botella utilizado para contener líquidos, pero su uso fue mucho más restringido.
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La producción alfarera inkaica en Arica y Tarapacá muestra relaciones con el altiplano vecino.
En el extremo norte de Chile, en las regiones de Arica-Parinacota y parte de Tarapacá, la configuración de la vajilla inka local incluyó las tradiciones decorativas del cercano altiplano, por lo general mediante diseños en negro pintados sobre superficies rojizas. Entre ellos, destaca la representación de pequeñas figuras de camélidos, muy probablemente llamas, que cubren por completo las superficies, especialmente en el interior de las chua. Aquí es frecuente también la presencia de vasijas que se ajustan al patrón imperial, lo que puede deberse a la interacción más directa con la capital del imperio, dada su mayor cercanía.
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Los alfareros del interior de Antofagasta hicieron prevalecer su estética por sobre la cuzqueña.
A la hora de copiar vasijas inkaicas, las poblaciones locales de Antofagasta manifestaron con fuerza el valor de su tradición alfarera. Por un lado, las formas, si bien siguen de manera general los patrones imperiales, no están replicadas cabalmente. Por otra parte y de manera muy poco común, las makas, aisanas y chuas no presentan decoración alguna, salvo la pintura rojo violácea característica de las vasijas locales.
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La alfarería de Copiapó no incorporó patrones estilísticos provenientes del Cuzco, sino de la estética Diaguita.
En los valles de Copiapó y Huasco la producción de vasijas inkaicas locales estuvo dominada por los patrones decorativos de estilo Diaguita, que comúnmente se encuentran pintados sobre formas de vasijas imperiales, compartiendo el espacio decorativo con motivos cuzqueños. En la producción de vasijas de estilo Inka, en cambio, destaca la completa ausencia de la tradición decorativa local. Sólo en muy contadas piezas se ve la fusión de formas de estilo Copiapó con diseños de origen Inka o Diaguita.
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La alianza de los diaguitas con los inkas se advierte en las transformaciones experimentadas por las vasijas.
Con la llegada de los inkas, la alfarería de los grupos Diaguitas sufrió complejas transformaciones, quizás por la fuerte alianza pactada entre ambos. Las makas, chuas y aisanas inkaicas incorporan comúnmente diversos motivos decorativos Diaguitas, mientras que las vasijas tradicionales de esta cultura mantienen muchos de sus elementos originales, aunque experimentan cambios en sus formas. A la vez, aparece un nuevo tipo de vasija, la escudilla acampanada, que no es propia de ninguna de las dos tradiciones alfareras.
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Las vasijas inkaicas con decoración local representan los acuerdos políticos necesarios para la expansión del Tawantinsuyu.
En los valles del Aconcagua y el Maipo, la producción local de alfarería inka siguió la pauta de producir formas relativamente apegadas a los modelos imperiales, pero a menudo integrando diseños Diaguitas. Al igual que en Copiapó, sin embargo, los elementos tradicionales de la estética local no fueron incorporados de manera importante a las vasijas inkas. Solamente una pequeña proporción de platos locales, caracterizados por su forma hemisférica y el color rojo de su superficie, exhiben en su interior una decoración que integra principios de diseños locales e inkaicos.