El arte del cobre en el mundo andino – 2004
- De piedra a joya
- Útiles metálicos
- La paleta cromática del cobre
- Sonidos y brillos metálicos
- Cencerros de bronce
- Metales para quitar la vida
- Cobre en la mesa del chamán
- Cobres en la imaginería andina
- Cuerpos metálicos
- El rostro de la muerte
- Comida para los hombres
- Comida para los dioses
- El poder de los cailles
- Epílogo
- Galería de fotos
El poder de los cailles
Las placas metálicas poseen una larga tradición en el noroeste argentino. Sus más antiguos orígenes remontan a la cultura Condorhuasi alrededor de los comienzos de nuestra era, prosigue con Aguada entre 600 y 900 DC y culmina con Santa María y Belén entre 1000 y 1500 DC, incluso se prolonga hasta tiempos coloniales tempranos, donde se les conoció como cailles.
La iconografía de las placas Aguada resumía los símbolos fundantes de una antigua corriente mítica surandina. Sus motivos serían retomados mucho más tarde en el Punchao, la estatua de oro que contenía las cenizas de los soberanos inkas y que presidía la plaza central de Cuzco, el Coricancha. Otra clase de placas son los discos de bronce de Santa María y Belén, que pueden alcanzar más de 30 cm de diámetro y casi 3 kg de peso. Algunos son lisos, pero la mayoría presentan un lado ornamentado con serpientes, rostros humanos y figuras antropomorfas, a veces con pintura sobre parte de los motivos. Hay discos con perforaciones en los bordes y con anillos en su cara posterior, probablemente para pasar hilos de suspensión. Una variante son los discos con figuras zoomorfas recortadas que recorren el perímetro del objeto.
La cerámica, los tocados y los atuendos marcaban las diferencias étnicas que dividían a las sociedades regionales, pero los discos y placas rectangulares trascendían tales diferencias, facilitando la concertación o “hermanación” entre individuos o grupos de alta posición social y política a través de una vasta área de los Andes del sur.