Cobre en la mesa del chamán

Cobre en la mesa del chamán

Cobre en la mesa del chamán

Cobre en la mesa del chamán

Cobre en la mesa del chamán

Cobre en la mesa del chamán

Cobre en la mesa del chamán

El cobre participó activamente en la divulgación de las concepciones religiosas de las sociedades prehispánicas por sus cualidades físicas intrínsecas, tales como el brillo y el color, pudiendo este último ser modificado a través de las aleaciones. Su plasticidad permitía dotar a los objetos con representaciones significativas del mensaje sagrado. A diferencia de otros materiales, el cobre era un producto excepcional, que contenía en sí mismo la potencia de las divinidades celestes y posiblemente los misterios de la vida sobre la tierra. El uso de altas temperaturas para el proceso de fundición y el metal líquido fluyendo del horno y brillando en el crisol, pudo asociarse, quizás, con los volcanes, las montañas y el eterno devenir de los ciclos de la naturaleza. Su compleja producción suponía un particular nivel de conocimiento técnico y entrenamiento, seguramente restringido a un muy determinado sector de la sociedad.

En este cuadro, los metalurgistas prehispánicos aparecían como intermediarios entre humanos y deidades, estas últimas propietarias del saber técnico y el conocimiento esotérico. No puede extrañar, entonces, que los chamanes hayan hecho tan profuso empleo de objetos metálicos en sus sesiones de comunicación con el mundo sobrenatural. Elaborados cetros, estacas e instrumentos cortantes de bronce presidían la mesa ritual del chamán andino. Eran los implementos de poder con los cuales el especialista dialogaba con los espíritus que quería invocar y combatía con aquellos que deseaba conjurar.