Cencerros de bronce

Cencerros de bronce

Cencerros de bronce

Cencerros de bronce

Cencerros de bronce

Los grandes cencerros de bronce de la cultura Santa María, en el noroeste argentino, mantienen la apariencia de las pequeñas cancahuas de madera con varios badajos usada en el desierto de Atacama durante siglos.  Colgada al cuello de la llama guía o delantera, marcaba el paso de las recuas y los rituales caravaneros con el sonido de madera.  La transformación de la cancahua en un instrumento de bronce significó un traspaso del cencerro a un ámbito más privilegiado y selecto. Creció en tamaño y peso, transformándose en un poderoso objeto sagrado debido a su reluciente cuerpo dorado y a la potente voz metálica asociada a su movimiento.

Las huellas de desgaste de estas campanas revelan un intenso uso mediante múltiples badajos metálicos. En el  borde inferior interno de estos instrumentos existe un reborde cuya función es absorber este desgaste sin deteriorar el sonido. Con una pequeña cantidad de movimiento, los badajos producen una variedad de patrones rítmicos. Sobre la lisa superficie exterior sólo hay un par de cabezas humanas invertidas en el borde inferior.  Han sido interpretadas como cabezas cortadas, colgadas como trofeo, aludiendo quizás a rituales de decapitación relacionados con ceremonias propiciatorias de la fertilidad agrícola.  También suelen ir decoradas con serpientes y suris o avestruces andinas.

Estas campanas de bronce estañífero están dentro de los objetos metálicos más grandes del mundo precolombino. Técnicamente representan una de las cúspides del proceso metalúrgico en los Andes. Su gran superficie convexa y bruñida, reflejaba la luz solar con un brillo intenso y dorado, y su potente sonido metálico destacaba por sobre todo otro sonido conocido. Seguramente, simbolizaban el color, los destellos y, quizás, el “sonido” del sol.