La paleta cromática del cobre

La paleta cromática del cobre

La paleta cromática del cobre

La paleta cromática del cobre

La paleta cromática del cobre

Una de las propiedades que hizo atractivos a los metales en los Andes fueron sus colores variados y únicos, que rara vez pueden ser obtenidos con otras materias primas. De todos los metales, el cobre fue el que permitió a los artesanos andinos obtener las mayores variaciones cromáticas. El cobre fundido es de un color rojizo brillante, aunque con el tiempo se va oxidando y adquiriendo un color verdoso, tono que fue también sumamente apreciado. De hecho, las réplicas de objetos metálicos confeccionados en otros materiales y pintados de verde revelan la intención de emular un objeto de cobre oxidado. Sin embargo, el cobre alcanzó su mayor versatilidad cromática al ser aleado con pequeñas cantidades de otros metales. En este poder de transmutación cromática radica gran parte de la valoración cultural del cobre en el mundo andino.

Las aleaciones de cobre y arsénico, y de cobre, arsénico y níquel, producen bronces de tonalidades plateadas. En cambio las aleaciones de cobre y estaño, originan bronces de tonalidades doradas. El cobre aleado con oro o plata fue especialmente tratado para dejar en la superficie sólo el material aurífero o argentífero. El tratamiento consistía en martillar y recalentar la superficie del metal, técnica que activaba la propiedad de oxidarse del cobre, reacción que no ocurre con el oro o la plata. Luego se procedía a retirar el óxido de cobre con orina o líquidos ácidos obtenidos de vegetales. Este proceso era repetido hasta lograr que en la superficie del metal sólo quedara el oro o la plata, para así confeccionar objetos de aspecto dorado o plateado. La sofisticación de este procedimiento sugiere que en muchas culturas andinas el valor cultural de los objetos no estaba en el metal con que estaba hecho, sino en su brillante color.